Cuando Ferenc Zsabo leyó la noticia en el periódico de que Adolfo Eichmann era juzgado en Israel por crímenes contra la humidad y su papel en el holocausto nazi, de inmediato empezó a temblar, ya que posiblemente podría ser el próximo capturado.
El nacional húngaro huyó de su país por la ruta de las
ratas con el fin de ir hasta Italia, ayudado por la iglesia católica, le
consiguieron un pasaporte de la Cruz Roja Internacional, posteriormente tomó un
barco hasta La Habana, Cuba y luego a la ciudad de Colón.
Se estableció en Panamá en 1947, con 27 años, era
alto, blanco, rubio, de ojos azules, contextura atlética y atractivo, sin
embargo, tenía un pasado que su esposa y su familia de rabiblancos desconocía.
Gretel Díaz, miembro del Club Unión, se casó con un
migrante vendedor de telas, la enamoró, su acento de Europa del Este y sus finos
modales, pero detrás de toda esa galantería de catrín escondía un poderoso
demonio.
Ferenc Zsabo, durante la ocupación alemana en Hungría,
fue miembro del Partido de la Cruz Flechada, un grupo de paramilitares de
ultraderecha, infatigables perseguidores de judíos húngaros y gitanos.
Una de sus hazañas favoritas era la de disparar a los
hebreos y gitanos, principalmente si eran niños y obligaba a las familias
mayores de sus víctimas para que arrojaran los cuerpos al Danubio.
Y no solamente los ultimaba, tomaba fotos antes y
después de matar a los infantes porque argumentaba que esos niños crecerían y
serían enemigos de Hungría.
Hábil e inteligente, era un fugitivo porque su nombre
verdadero era Zoltan Lakatos, identidad que cambió gracias a los servicios de
poderosos católicos de El Vaticano, tras el final de la Segunda Guerra Mundial.
Ahora Ferenc Zsabo sentía terror de que el Mossad
fuera tras él, intentaba calmarse, no quería contarle a su esposa su
terrorífico pasado, aunque sabía que tarde o temprano la noticia se sabría.
Lo curioso era que el extranjero hacía negocios con
hebreos panameños y europeos, no obstante, ninguno lo reconoció.
Únicamente tenía dos caminos, la muerte o la cárcel,
si escapaba de Panamá a un tercer país sería capturado, de allí la razón por la
cual prefirió quedarse en una nación pequeña para confundirse entre sus
habitantes.
En 1962 contaba con 42 años, sus negocios iban mal, su
esposa Gretel le preguntaba qué ocurría porque en las noches tenía pesadillas.
Soñaba que estaba cubierto por un cubículo con vidrio
blindado, sentado ante un tribunal de Israel como Adolfo Eichmann y sentenciado
a la horca, como muchos de los judíos y gitanos que él asesinó en Budapest.
En una pesadilla se veía caminando hacia la horca, se
ahogaba y despertó llorando. Esa noche su mujer estaba en Chiriquí con las
niñas del matrimonio.
Ferenc Zsabo o Zoltan Lakatos, tenía un revólver,
calibre 38, tomó dos hojas de papel bond a rayas, escribió una carta a su mujer
donde le contaba todo en cuatro cuartillas y posteriormente se pegó un tiro en
la sien derecha.
Su propia conciencia fue el juzgado, no tenía donde
huir porque de la mente no existe escape y los remordimientos se transforman en
cadena perpetua.
Cuántos Ferenc hay por el mundo? Viven una nueva vida y con el remordimiento del pasado.
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