Los que más sorprendidos estaban en la sala de audiencias eran los reporteros judiciales porque no creían que un magnate panameño estuviese en la silla de los sindicados, acusado de estrupo en perjuicio de unas cinco adolescentes, todas residentes en el empobrecido barrio de Calidonia.
Un hombre blanco, de 68 años, ojos oscuros, poco cabello invadido
por la nieve, con un elegante traje de calle negro y costosa corbata gris,
conversaba con su abogado, Teófilo Cartolini, antes de iniciar el juicio.
Con el sistema judicial inquisitivo, en el año 1999,
el acusado logró presionar con su poder económico para evitar ir a prisión
preventiva, como ocurre generalmente cuando pedófilos, hijos de la cocinera o
sin dinero son procesados.
No era un imputado cualquiera, Vicente López era un banquero,
ganadero, dueño de una fábrica de ropa, tenía caballos, un terrateniente en varias
partes de Panamá y tronco de “honorable” familia.
Su defensa utilizó todos los recursos judiciales a su
favor para dilatar el proceso, tácticas que van desde ofrecer indemnización a las
víctimas, a sus familiares, recusaciones, incidentes de controversia, amparo de
garantías constitucionales y recurso de hecho, entre otros.
Apeló a sus influencias empresariales para presionar
en los medios de comunicación social, con sus socios comerciales o a través de
la publicidad, para evitar que la noticia fuese publicada.
Sin embargo, también tenía enemigos y adversarios
políticos, quienes no dudaron en hacer público que Vicente López, se paseaba en
Calidonia, con su elegante Mercedes-Benz, en busca de chicas de raza negra y adolescentes.
Fue ministro de Estado de varios gobiernos y amigo de
la dictadura militar, uno de los primeros en visitar la junta de uniformados
que dio el golpe en 1968, ya que los negocios son primero que la democracia.
La audiencia empezó, primero con la sustentación de la
vista fiscal, el representante del Estado Rogelio White, explicó
detalladamente el modus operandi del oligarca, hacia dónde llevaba a las
adolescentes y posteriormente les “tiraba la toalla” para callarlas.
-Un hombre de honorable familia, como dice llamarse,
violó la ley, tuvo relaciones sexuales con menores, les ofreció dinero, luego
volvía e incurría en lo mismo-, manifestó Rogelio White.
Por su parte, la defensa argumentó que las chicas le
mintieron a su cliente porque le dijeron que eran mayores, él no les pidió su
cédula y su aspecto corporal era de mujeres, no de adolescentes.
Con esa historia, el juez Manuel García y los
periodistas observaron al magnate, quien a pesar del aire acondicionado sudaba
de los nervios. Estaba a pocos pasos de ir a la cárcel.
La excusa de mentir no era de peso, debido a que un
caballero siempre debe verificar si la chica es mayor o menor, de lo contrario
se montará en el tren de problemas judiciales.
Tras tres horas terminó el juicio, una barrera de
escoltas taparon al empresario para no ser fotografiado o grabado en video y
abandonó el Palacio Gil Ponce, en Ancón, Panamá.
A pesar de las presiones, el hombre fue condenado a 50
meses de prisión por el delito de estrupo, no obstante, su defensa apeló, se
fueron a segunda instancia al Segundo Tribunal Superior de Justicia que
confirmó la pena y llegaron hasta la Sala Segunda Penal de la Corte Suprema de
Justicia.
Esta instancia, tomando en consideración la edad del
imputado y una enfermedad, le redujo a 40 meses de cárcel.
Posteriormente inició la estrategia de solicitar
aclaraciones de sentencias para ganar tiempo en la última instancia.
Las víctimas recibieron una indemnización no revelada,
pero Vicente López, murió al año del último fallo.
Con su muerte logró burlar el sistema judicial y con
su poder económico evadió los barrotes, cosa que no hubiese ocurrido de ser
acusado un hombre humilde o de clase media porque en esta sociedad capitalista,
vale más el dinero que los valores junto con la ley.
Triste que en Panamá la justicia se venda por unos cuantos dólares, mientras las víctimas sufren toda la vida.
ResponderBorrar