Lisa Becker, salió de su pueblo natal, Lima, Montana, en Estados Unidos, un lugar de no más de 300 residentes, donde el futuro era incierto y la gente no quería quedarse.
Rodeado de desierto, montañas y terrero duro, la
estadounidense fijó su objetivo en Los Ángeles, California, con el propósito de
hacer una carrera de actriz, ganar millones de dólares y ser famosa.
Delgada, ojos azules, pelirroja, alta, senos medianos,
con gafas y encantadora sonrisa, sus antepasados eran alemanes que llegaron a
los territorios del oeste y centro que el presidente James Polk, le arrebató a México
en el tratado Guadalupe Hidalgo (1848), tras una revuelta en Texas arreglada y
luego una guerra bien planeada.
Sin embargo, Lisa llevaba dos años trabajando como
bailarina exótica en uno de los Hustler Club, en la ciudad californiana, mientras
su realidad se alejaba de sus sueños, ella no perdía la esperanza.
No conseguía trabajo en el cine, en la tv o el teatro, tomaba cursos de actuación y
solamente le ofrecieron un papel como oficial de policía en una película de
pornografía, pero la joven lo rechazó bajo el argumento que no era una puta.
Los 10 mil dólares que le ofrecieron por la escena de
20 minutos tampoco era rentable.
Ganaba más dinero en el club porque un día malo se
llevaba 500 dólares que los incautos y sedientos masculinos le colocaban en sus
medias o el calzón sexy que usaba para bailar.
Persuadida por las películas de Hollywood de unas
calles limpias, una ciudad cosmopolita, hermosa y trabajadores de la
construcción con vehículos convertibles, se lanzó a la conquista de la fama y
fortuna.
Pero al llegar a Los Ángeles vio una escena totalmente
distinta como drogas, pandillas, racismo, migración bárbara de mexicanos y
centroamericanos, brutalidad policíaca y precios de alquileres por las nubes.
Louis Manuel, gerente del club, la vio en un
restaurante de comida mexicana en el centro de LA y le ofreció trabajo, tras
lavarle el cerebro con sueños de mucha plata y una posible puerta de entrada al
destructivo mundo de la actuación en Hollywood.
Se convirtió en su bailarina favorita y luego en su
mujer de ocasión, por lo que la dama vio el romance como algo normal porque no
tenía familia en la gigantesca ciudad.
Transcurrió un año más y todo seguía igual, hasta que
al local llegó Rodrigo Sánchez, un periodista mexicano que fue a California
para buscar material de los indocumentados que cruzaban la frontera.
Se conocieron, ella le contó su triste historia, no
despegaba y el hombre intentó animarla, no obstante, la dama lloró y el hombre
la abrazó sin ninguna mala intención.
Louis Manuel vio la escena y se llenó de celos, pero
no hizo reclamos.
Rodrigo y Lisa se citaron, se vieron en varios puntos
de LA, como el parque MacArthur, fueron a Medieval Times en Buena Park, y a
Disneylandia en Anaheim.
El gerente era un promiscuo, tenía un secreto terrible que era portador VIH, se lo contagió a Lisa y ésta a su vez al mexicano.
Cuando atacó el mal, dejó a Louis Manuel en un
hospital, también a la aspirante a actriz, quien le avisó a Rodrigo Sánchez que
estaba contagiado.
Louis Manuel y el mexicano fallecieron de un paro
cardiaco, mientras que Lisa Becker, logró salvarse con la triple terapia, pero
se hundió su sueño de ser actriz.
Su vida se convirtió en argumento para una película.
Triste final, pero es la realidad de muchas chicas que van con un sueño.
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