La chama

Cuando María del Carmen Ledezma llegó a vivir a un cuarto de alquiler de la calle décima, Vacamonte, revolucionó a los vecinos, principalmente a los hombres, casados o solteros, mientras que fue blanco de odio de las mujeres locales.

De 40 años, cuerpo de guitarra, cabello negro, blanca, ojos pardos y trasero gigantesco era deseada, tanto por jóvenes como por masculinos de su edad, pero la fémina era casada en su natal Punto Fijo, Venezuela.

Con el bloqueo económico, las sanciones impuestas por EEUU y Europa, más las cagadas del gobierno revolucionario en materia económica, todo se fue al piso y muchos chamos o chamas se vieron obligados a emigrar.

María del Carmen se ganaba la vida con la venta de arepas, empanadas y arroz con leche, se instalaba en la entrada de Vacamonte con el fin de hacer algunos reales, pagar sus gastos y enviar dinero a su patria.



Ella sudaba la gota gorda en Panamá, sus hijos varones de 21 y 19 años, residían y laboraban en Quito, Ecuador y en Punto Fijo estaba su marido gozando con guaro, mujeres y campana los dólares que su esposa le enviaba.

El marido de la chama, identificado como Luis Alberto Pereira, se tiraba al culo toda la plata que su mujer le mandaba, los vecinos sabían que andaba con una amiga de su hijo mayor, 21 años menor que él, y lo tenía comiendo de la mano.

Una vecina, molesta por la situación, telefoneó por el móvil a María del Carmen para contarle y le remitió fotografías de veterano con la pollita en un bar.

Víctima de la infidelidad, la mujer decidió no enviar más dinero a su marido, ya que la casa estaba paga, sus hijos ya eran mayores y no tenía ningún compromiso con el chulo de su esposo.

Un sábado decidió ingresar con una vecina, al billar Alex, ubicado en la entrada de Vacamonte, había una orquesta de salsa que interpretaba canciones de Oscar De León, así que la extranjera se sintió identificada.

Le llamó la atención el cantante de la Orquesta, “Los que se van”, un tipo de 30 años, de piel canela, se afeitaba la cabeza, delgado, ojos pardos y con ambos brazos tatuados.

“Chito”, el intérprete, también le gustó la mujer, quien se notaba que ya era madura, pero sexy y eso no le importó al artista.

El hombre era soltero, pero eso acabaría pronto, carecía de experiencia sexual y la sudamericana lo pondría a vivir intensamente.



A los tres meses el buaycito se mudó a una casa en calle tercera Vacamonte con su venezolana.

Se dice que cuando una pareja es nueva, no descansan y todos los días “bicicleteaban”, con distintas posiciones, gritos y gemidos, que toda la calle sabía que la pareja hacía el amor debido al escándalo.

Las amigas de María del Carmen le llenaban la cabeza con estiércol para que abandonara al cantante, ya que era un limpio y no le proporcionaba dinero, aunque ella se negó.

“Chito” dio y dio hasta que la mujer se divorció, al año de estar con ella, luego tuvo “leche” y lo escuchó un agente que le ofreció grabar salsa en Puerto Rico y radicarse, entre la isla y Nueva York.

El hombre aceptó, pero puso como condición que no se iría solo sino con su mujer, lo que agente no tuvo más remedio que aceptar y les arregló los documentos a ambos, ya casados, y se fueron a la tierra del Borinquen.

“Chito” se volvió famoso en la isla y la gran manzana, regresaba su barrio con su chama al lado, mientras las antiguas amigas chismosas y envidiosas, la odiaban.

Ella no fue interesada como las vecinas, surgió y sus examigas se quedaron en el mismo lugar sin salir del túnel oscuro.

 

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