La 'chacalita'

Esa noche, antes del toque de queda de las 10:00 p.m., las parejas bailaban bien apretadas la canción “Regresa pronto” de Dorindo Cárdenas, en la parte trasera de una vivienda en Burunga, Arraiján, Panamá Oeste.

Una simple reunión de cuatro amigos, “Conejo”, “Ratón”, “Loco pelao” y “Limpio”, se convirtió en un asado de pollo y carne, mientras chupaban cerveza Martens, pues era la más barata en tiempos de pandemia.

Tras dos horas de estar bebiendo los caballeros, llegaron sorpresivamente Eloísa, María Fernanda, Lucrecia y Ana, todas vecinas de “Ratón”, el dueño de la casa, con gigantesco terreno y un patio trasero enorme.

Había abundante leña de árbol de nance para el fuego y carbón que le proporcionaba un toque especial al asado, muy panameño.



“Limpio”, era un hombre maduro, de piel canela, de 40 años, ojos pardos, abundante cabello, color “sal y pimienta”, gerente de un almacén en Westland Mall y recién divorciado.

El veterano quedó loquito con María Fernanda, una chica, de 20 años, blanca, pelinegra, ojos brillantes y oscuros, muy coqueta, delgada y atractivo natural.

“Limpio” atacó, atacó y atacó, bailó con la joven, mientras sus amigos le gritaban “apriétala duro, Limpio”, la pareja sonreía.

Los visitantes debían marcharse porque si los agarraba el toque de queda, serían detenidos, pero “Limpio” se fue con el número de celular de María Fernanda.

A la semana, los tórtolos se citaron para dar una vuelta en el Westland Mall, allí fue cuando descubrió “Limpio” que su guialcita era una chacalita por su forma peculiar al platicar y con la muletilla del “o sea”.

En Panamá, las chacalitas son mujeres de escasos recursos económicos, quienes platican con un cantadito propio de los maleantes, aunque no todas las chicas humildes, capitalinas o de la periferia hablan así.

“Limpio” se la llevó a una reunión de unos amigos y al escucharla, todos quedaron sorprendidos porque no era el tipo de mujer que le gustaba al gerente, quien en su tiempo libre era pintor.

Le respondió a una compañera de trabajo que intentaría pulir y rescatar a la jovencita, quien tenía un hijo con un vecino de barrio que no laboraba ni estudiaba, además estuvo preso varias veces.



María Fernanda era la típica mujer de barrio que no busca o aspira a un mejor futuro, se queda donde vive, no quiere estudiar o prepararse y se involucra con hombres para que la “resuelvan”, aunque en el camino salen preñadas y suma más dificultades.

Todo esto lo sabía “Limpio”, apodado así no por ser un caballero sin dinero, sino que le gustaba estar pulcro, perfumado, bien peinado, con ropa almidonada y zapatos lustrados.

Los vecinos del varón también se quedaron estupefactos cuando la escucharon hablar y se reían del hombre, pero a él no le interesaba las críticas de envidiosos porque salía con una mujer 20 años más joven que él.

Dos meses tenían de relación, sin embargo, la dama se pasó de lista y confundió a su novio con un cajero automático, hasta que él la invitó a su casa un día y su pareja se apareció con una lesbiana.

Eso fue la gota que derramó el vaso, él la cuestionó por su acompañante y la respuesta fue de que su amiga tenía muchos problemas.

-Yo también tengo problemas y no ando por ahí en la calle con un maricón-, dijo “Limpio”, molesto.

Despachó temprano a María Fernanda con su amiga, luego le aplicó la revocatoria de mandato y la bloqueó de sus redes sociales y celular.

Todos los intentos de la chacalita por recuperar a su novio fracasaron, jamás volvió a contactarla y el hombre aprendió que una manzana podrida no se consume.

Comentarios

  1. Difícil cambiar los hábitos de una chica como María Fernanda.
    Una buena historia con mensaje positivo 👍

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