Hernia discal

Los gritos de René Polo eran desgarradores, se escuchaban por toda la calle, mientras que los vecinos conocieron de su mal porque a todo pulmón solicitaba marihuana para aliviar el dolor.

En calle novena, de El Tecal, Vacamonte, residía el caballero, con su mujer Karina Matamoros, una chama, quien también laboraba como su marido panameño en entrega de alimentos a domicilio para las plataformas digitales.

Hacía dos meses René Polo salió del Hospital Santo Tomás, tras un accidente en la que se llevó la peor parte porque un conductor ebrio se le atravesó en la calle 50 y vino la colisión.

René Polo salvó su vida por el casco, de lo contrario su muerte hubiese sido instantánea porque cayó a dos metros del sitio del choque.

El hombre de marras era de piel canela, de mediana estatura, cabello crespo oscuro, delgado, ojos pardos y de 28 años, mientras que su concubina,  de 30 años, blanca, ojos avellana, cabello castaño oscuro y delgada.



Karina Matamoros intentaba consolar a su marido. 

El accidente le jodió una hernia discal del L-4-L-5 que, al salir de su estado normal, presiona los tejidos nerviosos que generan el dolor prácticamente incontrolable.

Los discos separan la estructura de las vértebras, funcionan como amortiguación, sin embargo, cuando el núcleo pulposo se sale (como una galleta que entre sus dos partes tiene una crema blanca), entonces se produce la hernia.

Muchas dificultades las de René, una cita primero con médico general, luego con un ortopeda para que este le entregue una referencia  para un neurocirujano, en tiempo de espera de entre seis  meses o un año. Mientras tanto a sufrir.

En todo ese trayecto, a aguantar dolor porque  los medicamentos poco hacen.

Para René Polo, ni hablar de cargar a su niña Diana, de dos años, cero relaciones sexuales, debe caminar con un bastón a paso de tortuga y menos agacharse.

Una de las actividades más engorrosa es evacuar porque debe sentarse y levantarse de la taza, y peor al momento de limpiarse el culo, ya que al inclinarse le duele la espalda.

Es como estar parado y colocar las plantas de los pies en una tabla llena de clavos.

El cepillado dental es otra tortura porque hay que botar el residuo de la crema de dientes y enjuagarse la boca. Para esta acción es necesario agacharse, lo peor para una paciente con una hernia discal en la región lumbar.



Cosquilleos en la planta del pie izquierdo y el famoso “lagarto” ataca o los músculos de su muslo que se mueven producto de los tejidos nerviosos apretados por el disco lesionado.

En el hospital le colocan medicamentos y le ponen venoclisis para que la medicina viaje a toda velocidad y alivie, no cure, el intenso dolor.

Una espera kilométrica la cita con el neurocirujano, seis meses después de ser atendido por la ortopeda.

No queda otra que sufrir, una resonancia magnética en una clínica privada cuesta casi mil dólares, ni René ni Karina tienen ese dinero, el capitalismo salvaje obliga a esperar en la atención médica estatal porque la otra es solo para ricos o de clase media alta.

En el mundo el que no tiene plata es quien siempre se jode porque sencillamente la mierda fluye hacia abajo, incluso en la medicina.

 

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