El maldito gordito

Pacífico Martínez, de 24 años, laboraba como mensajero en un banco en David, Chiriquí, Panamá, donde apenas ganaba para apoyar a su familia, de cuatro personas que luchaban por salir adelante.

Blanco, delgado, cabello negro hasta los hombros, ojos pardos y parrandero, tenía una novia de Puerto Armuelles, identificada como Lucía, de 20 años, culisa, pocotona y estudiante de contabilidad en la Universidad Autónoma de Chiriquí (Unachi).

En el banco, la oficial de crédito Ernestina de Pérez, blanca, de 40 años, casada, de ojos verdes, algo obesa, cabello lacio y castaño claro, daba la vida para que Pacífico Martínez, le diera “mantenimiento” preventivo, pero el laopecillo no tenía interés en una mujer madura.

Entre los caminos de la vida cotidiana, en una ocasión, Ernestina de Pérez, le regaló un dólar para que el muchacho se comprara un billete del famoso sorteo de la lotería “El gordito del zodíaco” y pactaron que si acertaba se dividirían el premio en partes iguales.





Con una leche que nadie pronosticaría, el imberbe se ganó un millón 200 mil dólares o el premio más el acumulado.

Pacífico Martínez brincaba en un pie cuando vio el número en la pantalla de uno de los televisores, ubicados en el jorón Zebede, mientras bebía cerveza con varios amigos.

La parranda fue tan grande que el hombre no se presentó a laborar el lunes siguiente, sin embargo, se comunicó con la oficial de crédito del banco para darle la fabulosa sorpresa.

A la semana le dieron el cheque, le entregó 600 mil dólares a Ernestina de Pérez e inició la vida loca del chiricano.

Parranda, tras parranda, empezó andar con otras mujeres, dejó a su novia Lucía, se peleó con su familia y compró una casa en las afueras de David, convertida en una sala de baile por las constantes fiestas, todo pagado por Pacífico Martínez.

También renunció a su trabajo porque con ese monto no tenía necesidad de laborar más por el resto de sus días.



“El que nunca ha tenido y llega a tener, loco, se ha de volver”, dice un viejo refrán y le cayó como anillo al dedo al protagonista de este relato.

También ingresaba a uno de los casinos de la capital chiricana a beber guaro y conocer mujeres, tanto era su vida de parranda que lo conocían en casi todos los antros de David.

Tres años después de acertar el premio, Pacífico Martínez, se sintió mal, le dieron convulsiones en un bar, el encargado del negocio llamó a una ambulancia y se lo llevaron al hospital regional Rafael Hernández de David.

Luego de una semana hospitalizado, los galenos le diagnosticaron cirrosis hepática alcohólica, debido a la gran cantidad de licor y cerveza que consumió durante 36 meses.

Un mal que no tiene cura, solamente tratamiento médico y cambio en el estilo de vida, además Pacífico Martínez tenía la opción de un trasplante de hígado, algo tampoco tan fácil.

Hizo los contactos con Ernestina de Pérez, quien averiguó que le costaba unos 20 mil dólares en Colombia, pero debía esperar un donante y que el órgano fuese compatible con su sistema.

Su vida dio un giro radical, enfermo, sin novia, abandonado por sus amigos de chupata, ahora Pacífico Martínez se encuentra en la etapa de aguardar el tan preciado hígado.

 

 

 

 

3 comentarios:

  1. Lastimosamente el dinero lo volvió loco y se perdió por el camino 😓
    Triste el final de sus días.

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  2. Historia de la vida real, lamentable final

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