Antes que Teresita Rojas, de 22 años, quedara encerrada dentro del espejo gigantesco de su casa, le gustaba hacer travesuras sobre dimensiones extrañas, teletransportación y temas místicos.
Ya en una ocasión estaba en Villavicencio con unos
amigos y se pusieron a jugar la Ouija, en medio de la luz de la luna, las
estrellas y velas negras, colocadas en forma de pentagrama invertido
La estudiante de medicina era de aspecto caucásico,
cabello castaño oscuro, ojos miel y de mediana estatura.
Sus padres, Alfonso Rojas y María del Pilar Londoño,
se fueron a pasear un domingo al Castillo Marroquín de Chía junto con otros
profesores de la javierana de Bogotá, donde laboraban como docentes de
filosofía.
Teresita Rojas aprovechó para jugar a los misterios e
hizo una estrella de cinco puntas con conchas negras que trajo la última vez
fue a Santa Marta. Le colocó sal afuera del pentagrama.
En el centro colocó una Ouija, miraban al espejo
gigantesco, pedía a todos los santos, dioses o seres del cualquier lugar del
universo que la transportara, donde estaba Jaime, un antiguo compañero de
secundaria que falleció en un accidente de tránsito en Medellín, antes de
graduarse.
-Ábrase esa puerta y llévame donde Jaime. Jaime dime
dónde está que necesitamos conversar-, decía la chica.
Quizás su juventud o la rebeldía de quienes empiezan
la vida, como es normal, no aceptaba que su compinche falleció y no volvería.
No es lo mismo llamar al diablo que verlo frente a la
persona que lo convoca, dicen por ahí y eso precisamente le pasó a la bogotana.
La sala del apartamento de Britalia Norte de Bogotá, se llenó de
neblina, lo que provocó que la señorita se levantara del tapate, en una parte
del espejo se abrió una puerta y se observaba una luz tenue.
Con la boca abierta, asustada y algo sudada, por el
culillo (miedo), Teresita Rojas cometió un error que fue salir del pentagrama o
la estrella de cinco puntas.
No tenía ningún tipo de protección fuera del círculo
de sal, quizás los nervios la traicionaron o una silueta masculina que habría
confundido con Jaime que se veía en el espejo.
El fantasma sencillamente se la llevó y la dejó
encerrada, como castigo para que no llamara más a los muertos.
La dama no comprendió que quien se va no vuelve y no
hay forma que regrese a este mundo, aunque la experiencia, le enseñaría a no
hacer más travesuras.
Cuando a Teresita Rojas la sacaron del espejo, no se
sorprendió de ver a su tía, sus papás y el hombre que la ayudó, puesto que desde
adentro veía todo lo que pasaba en el apartamento.
Lloró y contó todas sus travesuras místicas desde que
Jaime murió porque quería conversar con él, ya que lo apreciaba como a un
hermano.
Adriano Jaén le regaló un crucifijo de madera, atado
con una pequeña cuerda.
-No vuelva a jugar con fuego, niña porque se quema-,
comentó el caballero, nativo de Medellín.
Espectacular el desenlace.
ResponderBorrarHistorias negras que dejan los pelos de punta 😱
Muy buen relato! Queremos mas!
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