La Navidad sin Felipe

Un sol  que quemaba hasta la propia tierra, las ramas de los pocos árboles que había en el camposanto se movían en señal de la ventolina fuerte. Faltaba poco para acabar la época lluviosa y con ella la bienvenida al verano abrasante de la capital panameña.

Floribella Soto, colocó unas rosas en la tumba de su pequeño Felipe, el niño del barrio de Santa Ana, quien partió del famoso mundo cruel a la edad de nueve años, luego de un infarto.

El sepulcro recién pintado de blanco, con su nombre Felipe Soto, nació 4 de agosto de 1968 y murió el 5 de septiembre de 1977. También tenía su respectiva cruz que simbolizaba el catolicismo enseñado.

¿Por qué ocurrió esto?, preguntaba su madre. Un infante que apenas iniciaba la carrera de la vida, sin embargo, su tragedia se convirtió en la victoria de Jessica Galindo Guardia, víctima de la leucemia.



Era 25 de diciembre de 1977, mientras otros celebraban la Navidad, Floribella vivía en un mundo desgarrador, preñado de recuerdos, tristeza, sin que hasta el momento hallara el consuelo y la paz interna.

Los hijos supuestamente deben sepultar a los padres y no al revés, pero Floribella estaba en el cementerio Amador visitando la tumba de su hijo.

Felipe y Jessica se conocieron en la iglesia de Santa Ana, donde ambos iban a clases de teatro en el último piso de las instalaciones de la congregación.

La mamá de Jessica trabajaba de voluntaria entregando comida a los vecinos de ese barrio de destartaladas casas de madera con baños comunales.

Doña Lucrecia Guardia, tenía acciones en una fábrica de ropa, tierras, ganado y varias casas.

Las clases de artes dramáticas eran para niños en riesgo social o como se dice en otras palabras, rescatados antes de convertirse en antisociales o maleantes, en una zona donde había pocas oportunidades para abordar el avión  y escapar de las necesidades alimentarias, la promiscuidad y las drogas.

Felipe cursaba el cuarto grado en el colegio Manuel José Hurtado y Jessica el mismo nivel, pero en el lujoso colegio de Las Esclavas, ubicado en Paitilla, un barrio de millonarios.

Las inmensas diferencias sociales no fueron obstáculo para la amistad que ambos peques desarrollaron, se adoraban, ella le llevaba dulces, lo invitaba a comer helados porque sabía que el niño apenas comía dos veces al día.



Felipe le regalaba pulseras hechas con los plásticos que vienen dentro de las tapas de las gaseosas y que pintaba con el remanente de achiote que le sobraba a su madre.

Floribella Soto vivía de la venta de billetes y chances de lotería que no generaban mucho activo circulante, así que su hijo no tenía dinero para invitar o regarle algo a su amiga, de clase distinta, pero de corazón gigantesco.

Nadie sabe cómo ocurrió, sin embargo, un médico le diagnosticó a la niña leucemia, lo que generó inmensos gastos médicos, viajes a nosocomios de Houston y La Habana, no obstante, no había un donante que “pegara”, por lo tanto, había que esperar.

En una ocasión Lucrecia Guardia, lloraba en una esquina de la iglesia, fue vista por Floribella y cuando le preguntó lo ocurrido, le contó su vía crucis. Tanto dinero para nada.

-Si yo pudiera ayudarte, aunque soy tan pobre que no tengo nada que ofrecerte-, le dijo Floribella a la señora de clase alta.

Por su enfermedad, Jessica dejó de ir a las clases de teatro, la madre de Felipe le contó lo acontecido y el infante quedó con el corazón destrozado.

Durante las noches Felipe lloraba, pensaba cómo ayudar a su amada Jessica, sentía tantos deseos de hacer lo que sea para salvarla de las garras de la muerte.

Un amor inocente y sano, infantil como el de cualquier niño ante una amiga, independientemente de sus diferencias sociales.

Esa tarde, la madre de Felipe regresó temprano porque las protestas estudiantiles por los tratados Torrijos-Carter y su represión con gases lacrimógenos, en Santa Ana y la avenida Central, impidieron vender los chances y billetes.

Floribella encontró muerto al pequeño Felipe, llamó una ambulancia y lo trasladaron al hospital del Niño, donde le informaron que falleció de un paro cardíaco.

La madre desgarrada se comunicó con Lucrecia, quien la abrazó al llegar al nosocomio.

-Quiero que le hagan un examen a mi hijo para saber si puede ser donante de tu hija-.

-No. Felipe, acaba de morir, su cuerpecito aún está ahí en la morgue. Jessica no le gustaría.

Se realizó la práctica y dio positivo, le hicieron en trasplante de médula ósea y Jessica sobrevivió a la leucemia.

Ese 25 de diciembre de 1977, cuando Floribella Soto, dio la vuelta para irse, ahí estaba Jessica con su madre Lucrecia, ambas llevaban rosas blancas para Felipe.

La madre e hija adinerada, visitaban la tumba de un niño pobre, quien hizo hasta lo imposible por salvar a Jessica.

Antes de despedirse, Floribella Soto le dio un beso a Jessica.

-Mi hijo no ha muerto, sino que está dentro de ti-.


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