Extracto de la novela El Exorcista de Vacamonte

 

Cuando el sacerdote Mario Restrepo sacó el agua bendita y empezó a destaparla, la contextura física de la joven cambió a casi una anciana, con ojeras profundas, su cabello encaneció, su piel se arrugó y las várices volvieron otra vez.

 

El padre Mario Restrepo arrojó agua bendita con sal en forma de cruz y Ana Milena Angarita se movía violentamente sobre la cama.

 




-¡Aleja eso, idiota, no ves que me quema!-, aseguró la joven.

 

-En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo-, dijo Mario Restrepo.

-Amén-, respondió José Carlos Gerber.

 

-En el nombre de Jesucristo, yo lo expulso espíritu desconocido, que solo quiere el mal de la hermana Ana Milena Angarita. Vete al infierno y permanece allá de forma eterna. Salga de ese cuerpo y deje tranquila a esta joven que profesa la fe de Cristo-, oró Mario Restrepo.

 

Ana Milena Angarita trataba de desatarse, y ante esa imposibilidad abrió la boca y de ella salieron pequeñas bolas de fuego que cayeron en la cortina, luego las llamas se apoderaron de las telas, aunque entre el médico y el sacerdote José Carlos Gerber las arrancaron, abrieron las ventanas y las arrojaron al patio del edificio.

 

-No me iré a ningún lado, idiota. Ella se pudrirá conmigo y me la llevaré a cualquier parte, también a ti, a ese médico y al otro cura. No son nadie ustedes, son un excremento en una cloaca-, respondió el espíritu que poseía a la señorita.

 


La habitación volvió a tornarse oscura por la neblina que impedía la visibilidad, pero Mario Restrepo arrojó agua bendita con sal a Ana Milena Restrepo.

 

-¡Ayyy!, duele, mal parido sacerdote. Duele, largo de aquí porque no podrá conmigo-, comentó el demonio.

 

Mario Restrepo le mostró el crucifijo de madera a la joven. Ésta vomitaba a chorros la sustancia roja fluorescente.

 

-Te adjuro, maldito dragón, en el nombre de nuestro señor Jesucristo para que abandones de raíz y huyas de este ser plasmado por Dios. Te expulso fuera de este cuerpo, criatura maléfica, deja a Ana Milena Angarita y anda al lago de Hades, donde nunca debiste salir. Por el poder de Dios (RR)-, dijo el padre Mario Restrepo.

 

-Por el poder de Dios y Cristo que me fortalece (RR)-, respondió José Carlos Gerber.

 

La joven soltó una carcajada diabólica y soltó frases en latín.

-Homosexualitatis sacerdos, nullus tibis (sacerdote homosexual, no eres nadie)-.

Mientras el médico, aterrorizado, solo miraba, el sacerdote Mario Restrepo tomó el crucifijo, se acercó a la joven y se lo colocó en la frente, lo que provocó que saliera humo y quedara una marca.

 

-En el nombre de Cristo, ¿dime quién eres?-, preguntó el padre Mario Restrepo.

 

-Ego mater tua (soy tu madre)-, dijo el espíritu.

 

-Lo expulso en el nombre del Hijo, del Padre y del Espíritu Santo. Le ordeno que me diga quién está dentro del cuerpo de Ana Milena Angarita, hija de Dios-, dijo el sacerdote Mario Restrepo.

 

La señorita reclinó su cabeza a la parte derecha de la almohada, y sus pupilas subían y bajaban muy rápido.

 

-Soy Balar, rey de los demonios celtas, que recorre las frías praderas de numerosas tierras y vengo desde lejos para encontrar a Ethné, a quien busco desde hace miles de años-, subrayó el espíritu.

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