Hola
Tita:
Ya
pasaron 15 años desde esa vez que me dejaste en la banca de la universidad,
donde nos conocimos estudiando Derecho. La misma banca donde te ti el primer
beso apasionado, lleno de energía, de amor y que hizo estremecer la tierra. La
misma banca donde lloraste la primera vez cuando te puse las cartas sobre la
mesa que no jugarías conmigo. Mientras reclamaba tus acciones incorrectas y
poco amorosas conmigo, un diluvio caía sobre tus mejillas. Tu blanco rostro
enrojeció, tus ojos, semejantes a la miel, se impactaron de mis fuertes
vocablos al cual tus tímpanos pocas veces escucharon.
Lágrimas
de cocodrilo, dicen por ahí, aunque los cocodrilos no lloran. Por eso esa frase
se dice cuando alguien llora en falso. ¿Eran de verdad? ¿Era cierto eso que
llorabas porque sabías que era un “buen hombre”, como dijiste, y me perderías o
solo querías ganar un premio de actuación?
Son
tres quinquenios desde ese 24 de febrero. Prometiste que me corresponderías y
me amarías como yo a ti. Te adoraba como no tienes idea, y era la primera vez
que me enamoraba de verdad, sin embargo, hiciste cambiar mi vida. Nunca volví a
ser el mismo. Mi vida giró como no tienes idea, me torné un ebrio, un
mujeriego, alguien sin corazón, que perdió la esencia de vivir y un
irrespetuoso de mi sexo contrario por tu culpa.
Me
transformé en un cliente de los locales de calle J, adicto de las trabajadoras
quisqueyanas y de la tierra de Alfonso Marroquín. Sus consejos cayeron en oídos
sordos para mí mientras me exprimían todo mi sueldo sudado cada 15 días.
Quedaba sin el mínimo para transportarme en autobús.
Sólo
Jenny me esperaba los 15 y los 30 para escuchar mis locuras, pero así mismo
llenarse de dólares y enviarlos a la Romana en la isla a sus hijos sedientes de
trigo y derivados lácteos.
No
tienes idea de lo que sufrí. Lo siete mares quedaron pequeños ante el vital
líquido que salió de mis glándulas lacrimales, ni la cantidad de tabacos que
mis pulmones se alimentaron. Ni siquiera los aztecas se llevaron tanto en su
interior, pero por el por el dolor uno aguanta amor.
Recuerdo
esas fugas universitarias cuando visitábamos las pensiones baratas, de mínimo
aire eléctrico que no neutralizaba el sudor ante el movimiento corporal de los
dos.
No
tienes idea ver a un hombre destrozado. Una cobra huye si te divisa, una hiena
llora al sentir el olor de tu cabello, sin embargo, yo como no aprendo la
lección seré como el esclavo que ante el azote de sus amos se pone el postre de
tu ser para arrastrarme ante tus caprichos que solo atrapan la prisión de
pasión.
Cuando
penetraba tu interior, gozaba y me transportaba. Olvidaba el dolor y cubría el
espanto porque sabía que tu no tenías para mí amor. Era un vil engaño como
darle a un niño y caramelo para que luego fuera azotado de dolor.
¿Dime
que hice malo para merecer este dolor?
Solo te ofrecí mi corazón y me introdujiste en una celda donde ni Mefistófeles
aguantaría el dolor.
Han
pasado 15 años para enterrar esta situación.
Tus
besos estallaban y mis labios lo gozaban una vivencia que sabía que algún día
tendría terminación.
¿Por
qué no me dejaste si sabía que no me querías mientras subía entre tus andinas
montañas de color y las nieves de espesor?
¿Si
sabías que culminaría en una destrucción, pero seguiste y me diste el arma para
jugar la ruleta rusa?
Hoy
me entero que fuiste abandonada por un sujeto, quien te debió de beber un trago
amargo que tu vida sucumbió.
Ahora
andas en el subsuelo y delgada casi cadavérica porque te atrapó el cáncer del
desprecio y la burla.
Me
duele que sufras, sin embargo, más sufrí yo todas esas noches interminables,
sedientas del alcohol y venganza cotidiana.
Ojalá
puedas superar esa dura prueba como lo hice en mi momento, solo, sin ayuda
alguna, como un árabe que camina en el desierto sin protección contra el sol y
el viento; como un soldado que va al frente sin un fusil para disparar contra
el enemigo y como un médico que debe curar solo con sus manos desnudas.
Adiós
Tita. Supera esta situación y recuerda que la vida da vueltas a montón. Quien
apuesta gana, gana y gana, no obstante, el algún momento en la ruleta del amor
también se pierde.
Ojalá
que nunca sufras tan duro como yo, que tengas una salida a ese laberinto dónde
estás, que logres esquivar las balas de la inseguridad, las bombas del
desprecio y huyas de la trinchera del infierno.
Mateo
Garrido
Muy interesante y cargado de mucho sentimiento. Hay muchos que estarán familiarizados con eso de perder toda la quincena. 👏
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