El reino estaba punto de irse a la guerra con sus enemigos de Turlek, ya que por siglos rivalizaron por riquezas, territorios e imponer su poder sobre el otro, sin embargo, Akatan se encontraba débil.
Su adversario era mucho más fuerte, así que el rey de Akatan, Julikth,
llamó a los magos Tafer, Mafin y Halam con el fin de acabar con el
adversario y cada uno respondió que traería una propuesta al día siguiente para
que el monarca eligiera.
No obstante, los espías de Turlek, descubrieron el plan, atacaron a su rival,
el castillo de Akatan era asediado por los arqueros, quienes disparaban nubes
de flechas que neutralizaban a los defensores del lugar.
Julikth convocó a los tres magos, Tafer le entregó una poción mágica para
colocar en los aceites de los arqueros defensores, así que cuando las flechas volaran
cerca del enemigo envenenara a los guerreros de Turlek, pero no funcionó porque
no había suficiente fórmula.
Desesperado Julikth, le preguntó a Mafin qué inventó para la victoria, el
mago manifestó que un polvo que hacía invisibles a sus soldados, se lo tragaban,
no serían vistos, no obstante, al probar la poción no cubría las armaduras de
la infantería. Tampoco servía.
Enfurecido Julikth le gritó a los tres magos que no si no encontraban una
solución al problema, él mismo les atravesaría su espada de casi cinco kilos de
peso.
Halam le dijo que liberara a las doscientas prostitutas presas por la campaña
moral del reino contra ellas, que apagara todas las llamas que alumbraban el reino
y arrojara los barriles de vino al enemigo.
El monarca dudó en un momento, dio la orden, salieron las carretas con el
vino, algunas prostitutas manejándolas, lo que confundió a los soldados
enemigos y pensaron que era la antesala a la rendición.
Bebieron todo el vino, bailaron con las prostitutas, las besaban, manoseaban
y gritaban de alegría hasta que los quinientos soldados y arqueros quedaron
totalmente borrachos.
Esto fue aprovechado por los trescientos defensores de Akatan, que
introdujeron sus espadas en los musculosos pechos de los soldados, sin darse cuenta
de que eran asesinados por sus rivales.
Fue una noche fría con abundante nieve que se tiño de rojo por la sangre de
los ebrios infantes muertos, pocas estrellas y ruda brisa que levantó los
cascos de los soldados caídos.
Agradecido, Julikth, nombró a Halam como ministro de guerra, Tafer y Mafin,
siguieron con sus prácticas de magia, el rey rival Borlov casó a su hija con el
hijo de Julikth e hicieron una alianza sólida que duró siglos.
Las guerras no siempre las ganan los soldados porque las mujeres también
pesan en el campo militar.
Fotografía de Francesco Paggiaro y Pixabay de Pexels no relacionadas con la
historia.
Es evidente que las mujeres tienen poder.
ResponderBorrarInteresante y diferente historia 😆
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