La vida no es igual

Máximo Alcántara regresó, en febrero de 1976, desde Miami a Panamá, los militares le permitieron entrar por asuntos humanitarios porque su madre padecía un cáncer en el colon y le permitieron estar en su fase terminal.

El joven fue uno de los primeros universitarios en protestar contra el golpe de Estado que derrocó a Arnulfo Arias Madrid, la noche del 11 de octubre de 1968, se enlistó con los guerrilleros que combatieron en Cerro Azul, con nula posibilidad de triunfar.

Fue herido en la pierna derecha, llevado al hospital y posteriormente enviado en avión a Estados Unidos, como muchos ministros o funcionarios del gobierno de Arias que los militares no los querían en la nación.



Máximo se escribía con su novia Venus, compañera de clases de la Facultad de Derecho de la Universidad de Panamá, pero tras dos años perdió el contacto con la dama, así que decidió darle la sorpresa.

El joven era vigilado por la inteligencia del G-2 para evitar reuniones de insurrecciones contra la dictadura, convertida ahora en un gobierno populista de centro-izquierda y de comunistas trasnochados bajo un falso nacionalismo.

Se encontró con un país cambiado, había carreteras, estabilidad económica, más hospitales, centros de salud, carreteras, viviendas y una bonanza financiera que la antigua oligarquía gobernante nunca ofreció a sus ciudadanos.

El caballero fue a ver a su madre, intentó no llorar para que no se afectara, estuvo dos días en su casa, la llevó a varios lugares en silla de ruedas, no obstante, se encontró con realidades diferentes de las que vivía antes de irse al exilio.

Sus hermanos laboraban en distintos ministerios, rompieron su promesa de ser fiel a la democracia, su ego revolucionario cayó porque se dio cuenta de que el hambre derrota cualquier ideología.

La carencia de activo circulante priva de muchas cosas, sus parientes cayeron en la trampa de aceptar cargos públicos bajo el argumento de hacerlo por el país y por el manto del progreso.





Entristecido, Máximo fue a la antigua casa donde vivía Venus, se encontró al sorprendido antiguo suegro, quien le informo que su hija laboraba en el Instituto de Electricidad como jefa de Contabilidad.

Otro duro golpe a su alma insurrecta, decidió ir a darle la sorpresa, llegó hasta el lugar, eran casi las cuatro de la tarde cuando se encontró a Venus con un caballero y una parejita.

Su exnovia se casó, hizo su vida, imposible esperar a un hombre expatriado con la esperanza de formar una familia, dejó de escribirle e hizo un giro en sus planes con un teniente de la Guardia Nacional.

Ella no lo vio, Máximo fue a casa de su madre, lloró, estuvo con la autora de sus días durante los treinta días que los militares le autorizaron, una semana antes la señora falleció y el mismo día del sepelio, el joven retornó a Miami.

Poco podía hacer, los tiempos cambian y las personas también porque la vida no es igual hoy que ayer.

Fotografías de Panamá Vieja Escuela y el diario Crítica no relacionadas con el relato.

 

 

 

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