En el reino de Shamut inició la cacería de todo aquel que practicara la medicina botánica, conocía de astronomía, algo de ciencia, parteras y cualquiera que desafiara la orden del rey, asesorado por Metab, su consejero religioso.
Todo eso era considerado brujería, hechicería e iba contra los principios laicos
del reino, sencillamente porque si alguien estaba enfermo debía ir a los
médicos del rey y pagar un tributo.
La plebe no contaba con monedas de oro o plata para ello, solo poseían una
vaca para leche, un par de gallinas y una oveja para sobrevivir, vender huevos
o leche en el mercado de pueblo.
Además, estaban en la obligación de pagar medio fior por cada envase de
leche y un fior entero por cada veinte huevos, lo que se traducía en que apenas
alcanzaba para sobrevivir y los gravámenes se llevaban toda la ganancia.
Mientras tanto Shamut vivía en la opulencia, con grandes banquetes, joyas,
abundante vino de manzana, de uvas y licores de granos, lo que revelaba la poca
conciencia social del rey.
Las guerras también eran sostenidas con impuestos de los campesinos,
quienes vivían en tierras arrendadas, lo que los empobrecía a granel.
Entretanto, una noche fría con muchas estrellas, con vientos turbios que
hacían danzar las ramas de los árboles, asustaban a los lobos y espantaban a
los búhos, unos guardias llegaron hasta la cabaña de Menshat.
Los soldados destruyeron casi todo, se llevaron unos manuscritos de dibujos
de medicina natural como evidencia de hechicería, lo ataron y lo trasladaron
hacia la prisión del castillo de Shamut.
No había juicio, eso no existía en esa época porque la ley era la palabra del
rey, el decreto establecía la muerte en la horca y solo se le concedería un deseo
a los sentenciados a la pena capital.
Menshat pasó una semana preso entre henos, ratas, sopa de rábano con pan
mohoso, hacía sus necesidades en una esquina, el olor era terrible, pero el botánico
no se rendía.
La víspera de su ejecución, se presentaron dos guardias, le preguntaron al
prisionero cuál era su último deseo, Menshat pidió una rama de eucalipto, los
hombres rieron, se la trajeron y se marcharon.
Menshat oró, cerró los ojos, una luz alumbró su cuerpo, con la rama dibujó
una puerta, lanzó la rama al heno, ingresó por el dibujo y desapareció sin
dejar rastro.
El incendio del pequeño madero provocó la entrada de varios soldados,
abrieron la celda, vieron que el preso no estaba e inició la cacería humana por
todo el castillo y las afueras, sin embargo, a Menshat nunca lo encontraron.
Diez años después, un residente de ese reino que regreso de Hamilten dijo
haber visto a Menshat al lado del rey Kakan como su consejero en medicina botánica,
no obstante, lo tildaron de loco.
Fotografía de Freepik y Pixabay de Pexels no relacionados con la historia.
Siempre hay algo de cierto en la fantasía 😊
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