A patadas

Valery, de 16 años, fue advertida por su padre Adrián que dejara de frecuentar a Jorge porque el caballero contaba con 21 años, su experiencia era grande y la adolescente jamás tuvo novio.

La dama, a pesar de su corta edad, aparentaba los mismos años que su pretendiente porque el cuerpo escultural de la niña, su oscura cabellera y ojos verdes impactaban a cualquier varón.

Adrián era propietario de una Soda en Colima, Costa Rica y una pequeña panadería, un hombre trabajador y odiaba a Jorge por ser un bueno para nada, estuvo seis meses internado en La Reforma por hurto en una vivienda.



Todo menos que su hija se empatara con un ladrón y consumidor de marihuana, además la chica no terminaba el liceo, así que el viudo autor de los días de la adolescente planificaba enviarla donde una hermana que residía en Canadá desde finales de los años ochenta.

Sin embargo, los esfuerzos del padre fracasaron en su totalidad, la inmadurez de Valery generaba encuentros clandestinos con Jorge, a la salida del colegio y en casa de una amiga en común.

En esa vivienda ocurrió de todo entre la pareja, desde intercambio de fluidos hasta relaciones sexuales, acciones que Adrián desconocía y que mejor ni se enterara porque nadie sabría su reacción.

Siempre hay alguien que sopla las citas y en este caso, una vecina le informó al padre soltero que su amada hija se veía a escondidas con su Romeo en una vivienda en el peligroso barrio de León XIII.



Nadie en el cantón de Tibás se imaginaría los acontecimientos, la información que la mujer le dio a Adrián era como entregar una bomba a un guerrillero extremista.

Al día siguiente, Adrián se dirigió hacia el liceo donde asistía su hija, se estacionó a cierta distancia, le siguió los pasos a Valery, observó el encuentro con su novio mayor y se fueron en un taxi.

Fue detrás del autor de alquiler, cuando los pasajeros se bajaban el enfurecido padre interceptó el vehículo, sin confesar su odio, le metió un derechazo a Jorge, quien estaba en desventaja por ser un escuálido frente al fortachón de su suegro y quedó en el pavimento.

No hubo tregua con el contrincante, una lluvia de patadas reventó los órganos internos del jovencito y la novia intentaba calmar a su papá, sin embargo, no reaccionaba.

Solo los miembros de la Fuerza Pública con pistola en mano lograron detener a embrutecido hombre, quien mató a su yerno a patadas por ser el novio oculto de su hija sin su permiso.

La desobediencia de la adolescente y la intolerancia de un papá crearon una desgracia entre las dos familias.

Fotografía cortesía de la Fuerza Pública de Costa Rica de Twitter y Fígaro Ábrego no relacionadas con la historia.

 

 

 

 

 

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