La hija de Fung

Después que regresé de Bolivia, tenía yo 20 años, me fui a la piscina Eileen Coparropa, de Juan Díaz, Panamá, a pasarla bien con mis antiguos vecinos y fue donde me reencontré con Lucy Fung, la hija del dueño del minisúper de la esquina del barrio, a quien vi por última vez cuando ella contaba con ocho años.

Mi familia se trasladó a Bolivia porque a mi padre lo enviaron a trabajar allá como gerente de una empresa de químicos y dos quinquenios después, lo transfirieron de nuevo al istmo.



Mientras que Lucy llevaba puesto un vestido de baño, color rojo, de una sola pieza que dejaba mucho a mi imaginación, una muñeca oriental, montañas elevadas, piernas pálidas, sus ojos negros y brillantes, más su hermosa caballera, teñida de rojo.

Estudiamos en el mismo colegio hasta que me marché a La Paz, nunca tuve noticias de mi amor platónico, sin embargo, esta era mi oportunidad y no la dejaría escapar porque solo se gana el premio gordo de la lotería una vez.

Me contó que tenía novio, que sus papás la enviarían a California para estudiar ingeniería molecular y la casarían con el hijo del dueño de una fábrica de ropa en Panamá.

Ahora o nunca fue la consigna, el novio de Lucy estaba en China, así que era el momento, le gustaba también y nos citamos esa misma noche a una discoteca.

Primero fuimos a un restaurante italiano en la Calzada de Amador, platicamos, reímos y paseamos frente al hermoso Pacífico panameño, y quizás muy romántica Lucy me comentó que solo le quedaba un mes en Panamá, por lo que no había tiempo que perder.

Nos retiramos a un hotel, Lucy era toda una actriz porno en la cama, con posiciones imaginables, besaba rico, sentía sus pechos en mi tórax, gritaba vulgaridades en mandarín, en castellano e inglés.



La primera vez, el aire acondicionado del hotel de nada sirvió porque ambos nos empapamos en sudor, marcaba sus uñas en mi espalda, admiraba sus preciosas pupilas y su lujuriosa mirada.

Terminamos, nos retiramos y la escena se repitió tres veces por semana, sentía temor a embarazarla, creo que a ella no le importaba, sabía que su familia es muy ultraconservadora, los chinos son muy celosos cuando una mujer se involucra con un panameño porque creen que perderán su cultura y sus costumbres.

No puedo negarlo que fui feliz con Lucy, de vez en cuando paseaba por el negocio del señor Fung a comprar pendejadas, aunque antes de cumplirse el mes mi novia clandestina desapareció sin dejar rastro, ni respondía los mensajes por las redes sociales o llamadas.

A los pocos días, fui al minisúper, la madre de Lucy, Allison, me comentó que me olvidara de ella porque la enviaron a China, donde estaba su prometido, puesto que se casarían allí para luego irse a Estados Unidos.

Quise llorar, pero aguanté porque sabía que ese romance sería breve, ahora cuando veo a una oriental, recuerdo siempre a Lucy, la hija de Fung.

Fotografía de modelo cortesía de Tún en Pexels  y la piscina Adán Gordón de Pandeportes

 

 

 

 

 

 

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