Traicionado

Manuel Estévez, pensaba mientras estaba entre los barrotes, la forma en que fue traicionado por la que se hizo pasar por su novia, la cubana Carolina Varela, blanca, de cabello negro, con rayas amarillas, ojos verdes, delgada, mediana estatura y hermosa.

El caballero era el hombre que controlaba el paso de la cocaína hacia el Pacífico panameño, pacto que se acordó entre varias pandillas de la zona, los carteles colombianos y mexicanos de la droga.

La historia comenzó cuando la conoció en una discoteca de Calle Uruguay porque Manuel Estévez festejaba, junto con unos socios, el paso de un cargamento de “nieve” en un yate, luego a México por tierra y la introdujeron a EEUU en un túnel en Mexicali.

El narcotraficante, era de baja estatura, tez canela, ojos pardos, cabello lacio, delgado y con una impresionante habilidad para conquistar mujeres, más los regalos que ofrecía producto de sus ingresos de negocios ilegales.



Como muchos mafiosos, no solamente tenía de mujer a Carolina Varela, sino a tres más, además cuando asistía a las discotecas, generalmente, conquistaba alguna, atrayéndolas con su poder y dinero.

Sin embargo, le ocurrió lo que pasa a todo masculino infiel y mujeriego porque tienen varias féminas y una sola es la que lo vuelve loco o le roba la calma. Esa era Carolina Varela.

Desde su vivienda, ubicada en Burunga, Arraiján, Panamá Oeste, Manuel Estévez hacía sus negocios y peleaba con su pareja porque la dama se negaba a mudarse a su mansión, construida con dinero sucio y manchado de sangre.

Sus amigos y socios se preguntaban la razón por la que, un narcotraficante de su talla, aún no “coronaba” a la cubana, cuya única actividad comercial conocida era la discoteca donde lo vio y era su propietaria.

Manuel Estévez decía que, si tenía que casarse lo haría, dejaría a todas las chicas o mocitas que lo consolaban, pero a toda costa iría a la cama con la caribeña.



Entretanto, hubo un conflicto porque se perdió un cargamento y el mafioso tuvo que hacer un periplo a San José, Costa Rica, para mediar entre la mafia mexicana y la colombiana, ya que de lo contrario habría guerra.

Se fue por carretera, pasó todos los controles de seguridad fronterizos de ambos países, era blanco de una investigación, tanto en Panamá como por la DEA de San Diego, California, pero como muchos narcos, no tenía idea que era vigilado.

La reunión se desarrolló de forma normal, pactaron pagar la mercancía, no habría muertos, no obstante, agentes del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), la policía tica y miembros de la DEA allanaron la vivienda.

Seis mafiosos arrestados, entre los agentes de la agencia estadounidense estaba Carolina Varela, con su uniforme negro, pistola en mano y su carné de identificación.

En ese momento, Manuel Estévez comprendió la razón por la que nunca coronó, ni la dama se mudó con él, sencillamente le daba seguimiento y cayó en la trampa del amor. La mujer era la única que sabía lo del viaje. 

Ahora espera en la cárcel La Reforma, en San José, Costa Rica, una solicitud de extradición a EEUU que lo pide para juzgarlo por comerciar cocaína.

Su abogado le adelantó que se prepare porque ningún país de América, menos Cuba, Venezuela o Nicaragua, se negarán a enviarlo a Estados Unidos.

 

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