Alá fue testigo

 Kalilia Ghazali, era una panameña nacida en la Ciudad de Colón, de padres jordanos, egresada en Administración de Empresas de la Universidad Santa María La Antigua (Usma) de esa ciudad caribeña.

Aplicada para el tema de negocios, sus padres tenía un almacén en la Zona Libre de Colón, donde importaban y reexportaban aparatos electrodomésticos hacia Sudamérica, el Caribe y Centroamérica.

A la dama, de 24 años, sus papás la comprometieron con Abdul Farsi, un estadounidense de origen palestino, residente en El Paso, Texas, donde sus parientes tenían un restaurante.

Kalilia Ghazali, era blanca en extremo, ojos oscuros muy pronunciados, inmensa caballera negra, medía 1.75 y tenía cuerpo de guitarra, además hablaba árabe, castellano, inglés, francés e italiano.



Educada, guerrera, luchadora y rompía con los patrones de su cultura árabe muy ultraconservadora, ya que no quería casarse con un hombre que jamás había visto en su vida.

En el año 1999, hubo elecciones en Panamá y la nombraron como asesora del Ministerio de Comercio e Industrias (Mici), a pesar de no estar inscrita en ningún partido y nunca se imaginó trabajar para el Estado, pero su educación era la llave de éxito.

Llevaba dos meses en el Mici cuando conoció a Jahiro Hurtado, un tipo “chombo-blanco” de pelo rojo de afro, pecas en la cara, ojos verdes, bohemio, delgado, alto, fumador e integrante de la Comisión Fílmica de Panamá.

El caballero era un maestro en producciones de cine, egresado de la carrera de Producción de Cine y Televisión de la Universidad de Panamá, sin embargo, era de orígenes humildes porque se crio en Barraza, corregimiento de El Chorrillo.

La pareja, en principio, se trataba como amigos, pero luego vinieron los besos, aunque más nada porque la cultura y crianza de una mujer árabe no le permitía ir a la cama sin estar casada, lo que el cineasta respetó.

Pasaron los meses y llegó a Panamá Abdul Farsi para pedir la mano de Kalilia Ghazali, en una elegante reunión en la casa de los empresarios jordanos y estalló la bomba.



Delante de sus futuros suegros y padres, la políglota les informó que no se casaría con un hombre que no tenía ni 24 horas de conocerlo físicamente, lo que desató un huracán de pasiones y violencia verbal en la mansión.

-Es verdad que soy de sangre árabe, pero nací y me crie en Colón, esto es América, se piensa diferente. Lo siento señor Abdul Farsi, no me casaré con usted y nadie me puede obligar-.

-No puedes hacer esto-, gritó su padre.

-Trabajo y puedo mantenerme-, respondió la mujer.

Su papá intentó acercarse a ella, pero la fémina introdujo la mano en una gaveta, sacó una escuadra, amenazó disparar a todos y pegarse un tiro si la obligaban matrimoniarse.

Miradas de terror, Abdul Farsi, aceptó, su papá le anunció que estaba desheredada y que ya no era su hija.

-Te repito que trabajo para mantenerme-, refutó.



La mujer se fue con la ropa puesta, llamó desde su celular a Jahiro Hurtado, para contarle lo sucedido, quien posteriormente la buscó en hotel Washington de Colón.

A los seis meses se casaron por lo civil y luego por el ritual del islam, se instalaron en un apartamento en Betania y vivieron una vida normal.

Kalilia Ghazali jamás se imaginó que encontraría el amor en un masculino totalmente distinto a sus costumbres, pero el hombre quedó flechado por una árabe,  ambos lucharon para estar juntos y Alá fue testigo. 

 

 

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