Las brujas estafadoras

La gente de Ciudad Esperanza, en Vacamonte, en el 2019, decía que las hermanas Marita y Yasuri Kumari, al igual que su mamá, conocida como “Chancleta”, practicaban la brujería y tenían pacto con el diablo.

El papá de las damas era Narendra Kumari, un indostano que venía perfumes, sábanas, inciensos, licuadoras y otros productos, a quienes los vecinos de Curundú en 1987, rumoraban que “Chancleta” lo embrujó para estar con ella.

Proveniente de Las Minas, Herrera, “Chancleta” era blanca, baja estatura, delgada, con cuerpo normal, ojos verdes, tetona y arpía, pero físicamente Marita, de 30 años, se parecía más a su mamá.

Por su parte, Yasuri, de 32 años, era delgada, baja estatura, de piel canela, como su padre, aunque heredó los ojos verdes de su madre, lo que atraía como imán a los masculinos a los que dejaba en bancarrota.

Toda una vida de desastres, “Chancleta” tuvo varios maridos, algunas temporadas en prisión, vendía marihuana, así que como sus hijas vieron un mal ejemplo tomaron el camino más fácil.



Las hermanitas Kumari tenían tres hijos varones, cada una, todos de distintos padres, y pesar de que uno u otro masculino las quiso rescatar y “pulirlas”, fue una misión imposible.

En el apartamento tenían una tela negra, con un altar de brujería, un cráneo, dos velas negras, una botella de ron, tabaco y frutas.

Marita y Yasuri les encantaba beber cerveza, no obstante, en ese apartamento nadie trabajaba, una señora cuidaba a “Chancleta” porque le dio un derrame, todos los gastos eran costeados por los varones enamorados de las hermanitas.

También vendían marihuana, pero a veces el dinero escaseaba y las mujeres sacaban un as bajo la manga.

Tomaban hojas de mango, las frotaban, decían una oración, la pasaban por el altar, aspiraban tabaco, el humo lo arrojaban a las hojas que posteriormente se convertían en un billete de a 20 dólares.

Con ese dinero, generalmente tres billetes, se iban al billar Alex, ubicado en la entrada de Vacamonte a consumir cerveza, pero cuando José contaba el dinero se daba cuenta de que había tres o cuatro hojas de mango.

El caballero no tenía idea de cómo llegaban esas hojas a la caja, si él era el único autorizado a meter la mano allí, mientras que el chinito propietario del negocio pensaba que le robaban.



Cada viernes antes de arquear la caja le ocurría lo mismo a José, hombre trabajador desde joven y a punto de jubilarse.

Entretanto, Yasuri andaba con un panameño de origen hebreo, Salomón Cohen, socio de un almacén en Westland Mall, a quien la fémina lo tenía “seco” de tanto dinero que le quitaba.

Cuando el comerciante protestaba, ella se encueraba, colocaba “aquello” en su boca y lo llevaba directamente al cielo, tanto, que el hombre de 55 años, más plata, le daba.

Fue Salomón, quien pagó la fianza para sacar a Marita que estaba presa por drogar y robar a un turista estadounidense en un casino de la Ciudad de Panamá.

Por su parte, José fue donde un brujo para contarle el extraño suceso porque se trataban de un asunto sobrenatural.

El chamán respondió que era un efecto de la magia negra y que el dinero se convertía en hojas en poco tiempo.

Le recomendó meter las hojas en agua bendita, sacarla y con un cuchillo cortarlas en el centro en forma de cruz.

-Le aseguro, señor José, que quien convirtió la hoja en dinero, su mano derecha sangrará-, resaltó el brujo.

José no tenía idea de quién era el estafador (ra), así que el siguiente viernes ocurrió lo mismo, obedeció al chamán y miró las mesas, cuando observó que la palma derecha de la mano de Marita sangraba.

Fue a donde las damas.

-Largo de aquí brujas estafadoras-, gritó a las mujeres ante la sorpresa de los clientes, quienes vieron a las damas salir, una de ellas con sangre en la mano.

No volvieron al Alex y tampoco las dejaron entrar más a ningún bar de Arraiján porque su fotografía estaba en todos los locales con la siguiente leyenda: “Cuidado, brujas estafadoras”.

 

 

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