El brujo de Burunga

Todos en la 2000, en Burunga, Arraiján, Panamá, decían que Doroteo Guaynora, de 40 años, practicaba la brujería y tenía pacto con el diablo porque nadie se explicaba que nunca estaba sin dinero y conseguía buenas guialcitas.

El caballero huyó de su natal Sambú, Comarca Emberá-Wounáan antes de que lo colocaran en el cepo por andar con una mujer casada, se sabía poco de él, no tenía hijos, tampoco parientes cercanos o en Arraiján.

De baja estatura, con vientre pronunciado, cabello lacio, piel canela y ojos pardos, Doroteo Guaynora se caracterizaba porque su especialidad era conquistar mujeres rubias, naturales o de botica.

El chisme era tan grande en su vecindario porque con lo que ganaba como empacador de un supermercado, en el corregimiento de San Francisco, no compensaba los lujos que se daba.



Vivía en un cuarto de alquiler, alfombrado, con un equipo de sonido moderno, una estufa de seis quemadores, una refrigeradora de 25.6 pies cúbicos, con dos puertas, aire acondicionado, entre otras comodidades.

El masculino escandalizaba al barrio cuando lo dejaban vehículos Mercedes Benz, BMW, Audi o Land Cruiser, todos conducidos por clientes femeninas del supermercado donde el buaycito se ganaba los reales.

A veces por las noches se escuchaban sonidos aterradores, silbidos, posiblemente de una bruja, los talingos amanecían muertos por la zona, sin cabeza y había rastros de sangre en las calles.

Los sábados en las noches ingresaba al jorón Las 4 Esquinas, donde pedía una botella de güisqui y siempre conquistaba alguna dama.

No le gustaban ni féminas de tez morena o acholadas, solo rubias o mujeres blancas, independientemente del color del cabello, aunque las primeras eran las que encabezaban su larga lista de enamoradas.

Nunca tuvo enfermedad venérea alguna, a pesar de hacer el amor sin látex con todas las que se acostó, ni un resfriado o una ida al hospital por quebrantos de salud.

Tiempo después, al barrio se mudó la chiricana Ámbar Pitti, una fulita de farmacia, estudiante de periodismo, de 19 años, quien se instaló con una tía para culminar su carrera en la extensión universitaria de La Chorrera.

Cuando el brujo vio a Ámbar en el jorón, acompañada de dos chicas, quedó loquito con ella, le envió una ronda de cervezas, pero fue rechazada porque la joven ya conocía la historia del caballero que supuestamente tenía un pacto con el diablo.

La dama estaba protegida con uno de esos rezos raros, utilizaba cadenas y pulseras contra el mal de ojo, hechizos y la magia negra.



Como lo esquivaron esa noche, el hombre insistió y se le ocurrió usar sus dotes sobrenaturales para llevarla al colchón.

Sin embargo, para que no jodiera más le tendieron una trampa.

La familia de Ámbar también sabía de esoterismo y magia blanca, así que le colocaron un anzuelo con la finalidad de que lo mordiera.

Era viernes Santo, se veía la sombra de un perro a distancia en la 2000, que entró a la casa donde vivía la chiricana, se escucharon silbidos y gritos lejos, lo que significaba que el brujo estaba cerca.

Apenas estaba la sombra completa en la casa, le arrojaron agua bendita y la golpearon con un palo en forma de cruz.

La sombra se movía, se escuchaban los gritos lejanos, luego lanzaron una soga y la sombra quedó atrapada hasta el amanecer, posteriormente se convirtió en Doroteo Guaynora, desnudo.

El tío de Ámbar, Mario Pitti, le metió una tunda de correazos al indio, mientras que el brujo gritaba encuero que no lo haría más, pedía perdón y lloraba.

Calixta de Pitti, la esposa de Mario, le dijo que ya no más golpes, a lo que el cabreado tío accedió, Doroteo Guaynora corrió en traje de Adán y Eva por todo Burunga y jamás volvió.


1 comentario:

  1. Cierto que como existe lo bueno, existe lo malo, pero estas historias son inquietantes 😰😱

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