Arrechura mortal

Las coloridas luces alumbraban las mesas, las paredes y el rostro de los asistentes del  bar Encanto, ubicado en la avenida Circunvalar de Pereira, Risaralda, en Colombia, un sábado durante el primer fin de semana puente del año 2010, cuyo lunes 5 de enero era libre.

Marino Córdoba ingresó, vestido con una camisa blanca bien almidonada, un pantalón negro, zapatos oscuros muy lustrados y bañado en perfume.

El caballero era de raza negra, alto, de ojos oscuros, con corte de cabello bajo y una contextura física de atleta, lo que generó que las chicas, la mayoría de ellas blancas, miraran al visitante.

Obvio que no era de allí, Marino Córdoba vivía en Quibdó, departamento del Chocó, trabajaba como capataz en la construcción y el periplo en avión a Pereira, lo hizo gracias al Baloto.



El masculino acertó varios números y se ganó 50 millones de pesos colombianos, lo que al cambio en dólares en esa época representaba 26 mil 42, siempre y cuando el valor del peso estuviese en 1,920  por dólar.

Le llamó la atención de que en las mesas había copas gigantescas, desde donde las chicas bebían el coctel con pitillos (carrizos en Panamá o pajillas) y entre las damas había una rubia, ojos azules, de baja estatura y lindo rostro.

Marino Córdoba se sentó en una de las bancas de la barra, el lugar era al aire libre, se veía el resto de los negocios, los vehículos que transitaban por la famosa calle y los transeúntes en busca de un lugar para rumbear.

Bebió aguardiente, solo miraba a la gente y viceversa, hasta que colocaron la canción “De bar en bar” de John Alex Castaño, era música norteña que poco se escucha en la costa o la selva, si no en el eje cafetero colombiano.

Miraba a la gente bailando hasta que un caballero, blanco, de baja estatura, ojos avellana, le dijo que en Pereira nadie rumbeaba solo y lo invitó precisamente a la mesa donde estaba la rubia.

Era Pamela Keller, la hija de un rico hacendado, casada, de 28 años, sin hijos, y mientras su esposo estaba en Alemania ella parrandeaba.

Marino Córdoba era casado y con tres hijos, pero le inventó una historia y no le dijo nada su mujer de que se ganó la lotería porque quería darse unos días de farra.



El grupo, de seis chicas y los dos caballeros, la pasaron bien hasta que llegó las dos de la mañana, hora en que cerraban todos los negocios de diversión.

Los de la mesa se dieron cuenta de que hubo atracción entre Pamela Keller y el capataz, ya que un viejo refrán dice que carne blanca es perdición del negro.

Antes de irse, el chocoano compró una botella de aguardiente, se despidió y se dirigió a tomar un taxi, cuando se apareció un Mercedes Benz, blanco deportivo, se abrió la ventana del pasajero y Pamela Keller le dijo que lo llevaría al hotel donde se hospedaba.

Se desviaron hasta las afueras de la ciudad e ingresaron a uno de los moteles de ocasión que abundan allí.

La pareja “café con leche” se desbordó de pasión, posiciones, gritos, gemidos, posteriormente entre el licor y los besos se durmieron.

Sonó el timbre de tiempo, ella aterrada porque debía irse a casa antes del amanecer, lo despertó, se vistieron y salieron del lugar.

Cuando se viaja por carretera hacia Pereira se debe subir unas lomas para entrar a la ciudad.

La dama iba como bólido en la vía, se pasó un camión de frutas, sin embargo, al intentar tomar el carril correcto perdió el control e impactó frontalmente con un contenedor.

Los ocupantes del auto de fabricación alemana fallecieron de forma instantánea, mientras que el conductor del camión resultó solo con algunas laceraciones.

Así culminó una arrechura mortal en Pereira.

1 comentario:

  1. Lo último que hicieron antes de morir los hizo felices je je
    Tus historias son muy divertidas y llevan un toque de picardía

    ResponderBorrar