La enfermera alemana II

Ayra e Isis, se quedaron mudas al tener el fantasma de la enfermera alemana frente a ellas.

Las dos quisieron gritar, sin embargo, el propio terror que sentían les impedía hablar en momentos que observaban el físico y los hermosos ojos azules del espíritu.

El bombillo principal de la biblioteca se apagó y posteriormente el lugar quedó oscuro, pero una luz blanca alumbró a lo que un día fue una mujer extranjera en Panamá.

-No tengan miedo. No les haré daño, por el contrario, necesito que me ayuden-.

-¿Noo, nosotras?-, respondió Isis.

-Sí, ustedes-, dijo el fantasma con marcado acento alemán.

-¿Qué podemos hacer por un fantasma o un espíritu?-, interrogó Ayra, quien estaba más blanca que un papel bond.

-Vayan al cementerio Amador, al final de la mano derecha debe haber una tumba de Ricardo Brown, era mi novio panameño. Yo fui llevada al campo de concentración Crystal City, en Texas, en 1944-.



-Pero, ¿por qué?-.

El gobierno de Ricardo de la Guardia ordenó detener a los alemanes, japoneses e italianos, solo por sus nacionalidades. Muchos, como yo, fueron enviados a esos campos sin haber cometido delito alguno.

-¡Santo!-, replicó Isis.

-Yo no puedo rezar ni ir hasta allá. Ustedes vayan y háblenle a la tumba de Ricardo, díganle que yo morí de tifus en ese campo de concentración, así él descansará en paz y yo no seré más un espíritu errante.

No hubo tiempo para extender el diálogo porque la energía eléctrica volvió, el fantasma desapareció, solamente se vio un hilo de humo que se colaba por debajo de la puerta.

Las dos chicas aterradas sin saber qué hacer o si seguir la corriente del fantasma de la enfermera, pero, eso no fue todo, porque en el piso había una fotografía en blanco y negro.

Ayra la recogió y la imagen era la foránea en vida con un hombre de raza negra, detrás una leyenda escrita en castellano que decía lo siguiente: “Siempre te amaré mi panameño negrito Ricardo Brown. Tu princesa alemana, Hellen Becker”.



Recogieron sus pertenencias y se marcharon para irse a la discoteca, pero allá la germana les rodeaba la mente y acordaron ir el domingo al camposanto para ayudar al fantasma.

La pasaron bien en la disco y estando ya algo pasada de cervezas, Isis observó que frente a ella había una chica, vestida de rojo, rubia, ojos azules, alta y esbelta figura, pero era una copia de rostro de Hellen Becker.

Se asustó, se lo comentó a su amiga, quien quedó estupefacta y decidieron abandonar la discoteca.

Posteriormente, el domingo temprano fueron las dos, encontraron la tumba, toda sucia, casi no se comprendía el nombre, le pagaron a un señor para que cortara la hierba y la pintara de blanco.

El fantasma nunca más volvió, no obstante, a las dos les llegó un sobre amarillo con una fotografía de la tumba, bien pintada y cuidada. Atrás estaba escrita la palabra “gracias”.

Hellen Becker solo quería descansar con su amor, pero nadie la ayudaba hasta que encontró a dos damas dispuestas a tenderle la mano.

 

 

2 comentarios:

  1. Estas historias dan escalofrío. No hay que creer, ni dejar de creer. Algo de ficción con un toque de realidad 👻👻

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