Teresita Rojas, de 22 años, tenía ya tres
meses de desaparecida, vivía en un apartamento en Britalia Norte, en la calle
170, con 167, de Bogotá, Colombia, y por más que sus familiares bombardearon
los medios de comunicación, no la encontraban.
Una propiedad sencilla de un matrimonio de clase media, cuyos padres, Alfonso Rojas y María del Pilar Londoño, eran docentes en la Universidad Javeriana de esa urbe.
Tres recámaras, dos baños, una pequeña cocina y una sala-comedor, era el centro de atención de los Rojas-Londoño, sin embargo, al cuarto mes de la tragedia, María del Pilar tuvo un encuentro con alguien que podría ayudarla.
La dama, de mediana estatura, blanca, cabello negro y ojos verdes, caminaba con su pantalón vaquero, abrigo y botas negras a comprar pizza cuando se topó con un vendedor de cigarrillos callejero.
Era Adriano Jaén, oriundo del Medellín, de raza negra, alto, atlético y con profundos ojos color oscuro.
María del Pilar se detuvo a comprar un par de cigarrillos cuando el hombre le comentó que podía auxiliarla, lo que asustó a la mujer y le preguntó de qué hablaba.
-Disculpe su merced, pero vos tienes un problema con un ser querido, atrapada en una dimensión desconocida-.
La fémina dejó los cigarrillos, dio media vuelta y se marchó a su apartamento, llegó asustada, abrió la puerta y le contó a su marido lo ocurrido.
Dos semanas después todo seguía igual hasta que la pareja fue a ver al hombre y lo llevaron a su propiedad.
Lo primero que no le gustó a Adriano Jaén fue ver a Carolina Cifuentes, blanca, de cabello rojizo teñido, ojos azules y alta como una jugadora de baloncesto.
El hombre le hizo saber a la pareja que esa señora era una bruja porque sentía su poder y fuerza, no obstante, no la acusó de ser la responsable de la desaparición de la estudiante de medicina.
-Ella está aquí en esta propiedad, encerrada en algún lugar-, manifestó el clarividente.
Todos sorprendidos. La pelirroja trató de agarrarlo para que lo llevara donde se encontraba atrapada la menor, pero el caballero le gritó: ¡bruja!
Hubo un silencio.
La sala estaba decorada con una alfombra roja, un juego de sofás color gris, una mesita con matas artificiales, varios cuadros de los integrantes de The Beatles, una foto del matrimonio con Teresita y un espejo gigantesco.
También una mesita de noche con adornos, al lado un mueble con libros y las paredes pintadas de blanco hueso.
Adriano Jaén “pelaba los ojos”, los esposos y la tía de la nena solamente lo miraban, se frotaba las manos, dentro de sala la temperatura cambió de 19 grados sobre cero a unos 3 grados Celsius bajo cero.
Pidió otro espejo de pie, por suerte había uno en la habitación de Teresita y lo colocó frente al gigantesco, la luz se fue por 20 segundos, luego volvió y el bombillo parpadeaba hasta que se vio el rostro de la desaparecida en el espejo pequeño.
El clarividente miró a la pareja y la tía, pidió un martillo, pero no tenían.
-Está atrapada dentro de espejo grande-, explicó.
Le dieron un cuchillo, amarró un limpión para no cortarse, posteriormente rompió el espejo grande, se escuchó un grito de la “sardina” (mujer joven en Colombia) y se fue al pequeño, lo destruyó en su totalidad.
La alfombra quedó regada de vidrios e introdujo ambas manos en el espejo de pie, salía neblina y los dedos de la futura doctora en medicina que sostenía las negras manos de Adriano Jaén.
La sacó de la dimensión y no hubo explicación, por el momento, de cómo entró o quién la metió.
Continuará...
Cómo entró al espejo? 😱
ResponderBorrarMe dejó con ganas de continuar leyendo.
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