Extracto del relato ´La Bruja de Poás´

 Antes de acostarse, Lissette Smith Murillo se tomó una pastilla para el dolor de cabeza, extra fuerte, que le diese sueño porque necesitaba dormir bastante. Se citó con Morfeo.

Daba vueltas en la cama, la habitación estaba sumamente helada, dejó las ventanas abiertas sin darse cuenta y estaba cubierta solamente con una sábana delgada.

La dama era correteada por dos perros negros, pastores alemanes, en una calle sin salida, había un muro de ladrillos, lo que se traducía que no estaba ni en Costa Rica ni en Panamá, así que ni idea de dónde era la pesadilla.

Quedó atrapada entre el muro y los dos canes, que ladraban al acecho mientras mostraban sus temerosos y peligrosos dientes, el cielo oscurecido, un cuarto menguante opaco, una nube de cuervos volaban a su alrededor y cuyo sonido ingresaban al tímpano de la panameña.



Lejos se veía una luz, alguien caminaba, aparentaba ser una mujer vestida de negro, zapatos de tacones altos, un sombrero de ala ancha y copa puntiaguda. Era una bruja que llamaba a la canalera por su nombre; sin embargo, tenía la cabeza agachada y su faz no era visible.

-Lissette, Lissette, ven a mi-.

-¡No! Eres solo una imaginación o pesadilla-.

-Lissette, Lissette, llegó tu hora-.

-Si eres tan valiente, muestra tu rostro-.

-¿Estas  preparada para verme? Soy tu otro yo, como estás en este momento tu salud empeora y quedarás como mi cara-.

La bruja levantó su faz, de sus ojos brotaban gusanos, su lengua era la de una víbora, las mejillas escamosas como un pescado disecado y sangraba por la nariz, pero no de color rojo sino púrpura.

Al ver el horripilante rostro, Lissette Smith Murillo, trepó el muro, corrió por un andamio y cayó a un estanque de cría de tilapias. Los gritos al no reconocer los peces y pensar que eran pirañas fueron desgarradores.

Minutos después se dio cuenta de que eran inofensivos, salió de la lagunilla, escaló una cerca de alambre galvanizado, pero resbaló y cayó.



Se despertó asustada, estaba en el suelo, era observada por su suegra y su prometido.

-Mi vida, pero si estas que ardes en fiebre, con las ventanas abiertas y sin cubrirte. Te puede dar una pulmonía y así no nos podremos casar, mae-.

La prometida de piel canela, asustada, lloraba, abrazó a su novio y le pidió que la sacara de Costa Rica, que se la llevara a Panamá porque no quería estar allí.

-Sácame de este país, por favor. Es una bruja, una bruja me está matando, no me quiere aquí, su rostro es horrible, peor que un muerto. ¡Llévame a Panamá!-, gritó la mujer.

-Tómalo con calma, nuera. Todo pasará, tuviste solo una pesadilla-.

 

 

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