Corría el año 1988, en el almacén El Millón (El Castillo), ubicado en Perejil, de la capital panameña, había un cholito que le gustaba hacer alarde de ser varonil y retrasarse mucho mientras hacía el amor.
Sus compañeras boquiabiertas se sorprendían al
escuchar sus historias de sus mujeres en Soná, Veraguas, aunque algunas no le
creían ni una sola palabra porque argumentaban que quien mucho habla poco hace.
Noé García, era oriundo de ese poblado veragüense, de
baja estatura, con cuerpo atlético porque en su tierra trabajó como peón y
herrero, pero decidió ir a la Ciudad de Panamá a buscar mejor futuro. Tenía cabello lacio y ojos pardos.
El hombre de marras le gustaba Yulissa Yariela Pérez,
una dama de raza negra, cajera, con trasero de barco, piernas de trasatlántico,
senos de Everest, alta, de cabello corto, pintado de rojo con Kool-Aid y ojos
profundamente oscuros.
Noé García, era trabajador manual, su labor consistía
en limpiar todo el almacén antes y después de su cierre.
También cargaba la mercancía pesada que a los clientes
les era imposible llevar.
Se ganaba unos reales de más con esta faena extra y que
sumaba a los 88 centavos la hora que le pagaba el hebreo dueño del almacén.
Era diciembre, sus camaradas del negocio aprovecharon
que el 15 se cancelaría la bonificación denominada XIII mes que no es otra cosa
que un salario mensual, dividido en tres partes.
Decidieron ir al prostíbulo La Gruta Azul, a pagar diez
dólares por un rato de placer con alguna de las colombianas que allí entretenían
por la mencionada suma, además de beber cervezas.
Noé García iba por una negra, pero cuando vio a
Esmeralda, una rubia natural, de ojos verdes, delgada, senos diminutos, se le
olvidó su gusto por las féminas de origen africano y naufragó con la dama,
oriunda del barrio de Cuba, en Pereira, Risaralda.
El hombre pagó en la caja, le abrieron la puerta y la pareja se fue a la pieza de la mujer, luego al entrar ella se desnudó y el
caballero hizo lo mismo.
Una época donde no se exigía preservativo en los
prostíbulos, pero las trabajadoras del sexo, le limpiaban el miembro al hombre
y se lo apretaban. Si el masculino hacía algún gesto de dolor no había trato.
Llegó el momento culminante y cuando la dama le hacía
el aseo rutinario, estalló el volcán de Noé García con varias expulsiones.
La mujer, estupefacta, con su mano embarrada de magma
blanca del hombre. Solo sonrió.
-¡Papacito! Solamente fueron cinco segundos-.
Preñado de vergüenza, el hombre vistió y se fue hacia
donde sus amigos, sin embargo, 20 minutos después se sabía la historia, aunque
acordaron guardar el secreto.
El lunes siguiente Noé García vio a Yulissa Yariela
Pérez y le fue a decir un piropo.
-No conozco compa. Solo cinco segundos.
Todos los empleados del almacén ya conocían el hecho,
el masculino miró a sus compañeros y compañeras burlarse de lo acontecido esa
noche.
No tuvo más remedio que retirarse a limpiar el almacén
y aprendió a no ser bocón.
Dicen un dicho: "Dime de que presumes y te diré de lo que careces " Buenísimo, me encantó ja ja ja
ResponderBorrarMe encantó.... El que mucho abarca, poco aprieta, dice otro refrán 😊
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