El peligro, la muerte, las balas y el
terror del enemigo acechaban a ambos personajes porque fue la vida que
escogieron. No había vuelta atrás, ya que una vez se ingresa al mundo de la
guerra sucia no existe otra salida que la cárcel o el cementerio.
-¿Tienes tu arma contigo?-, preguntó el
palestino.
-La dejé en la oficina-, respondió Mark
Collins (Jim O’Niell).
-¡Por Alá! Te proporcionamos un arma
para que cuides tu vida y la dejas. ¡Eres un pendejo, europeo! ¿Qué clase de
guerrillero eres?-, dijo molesto el guapetón palestino.
Kaleb Bahrein sabía que existía una
puerta trasera; sin embargo, era necesario entrar a la cocina para hallar la
otra salida del local, por lo que el palestino se levantó de su silla y se
dirigió hacia la ruta de escape y su acompañante permaneció en la mesa.
Uno de los espías del Mossad miró al
palestino y aunque las gafas oscuras le impedían a Kaleb Bahrein saber con
exactitud dónde miraban ambos espías israelíes, sospechaba que no le despegaba
la vista.
Había un agente israelí de cabello
claro, otro de cabello oscuro; el primero se levantó de su puesto para ir
detrás del palestino; sin embargo, Mark Collins (Jim O´Niell) hizo lo mismo con
té en mano y como en una función teatral, derramó la bebida sobre la blanca
camisa del espía del Mossad.
El agente se quitó las gafas, bajó su
cabeza para observar su camisa manchada con la bebida que el irlandés
disfrutaba, luego el espía levantó su mano derecha para separar al agente; no
obstante, el irlandés le metió una zancadilla y el israelí cayó.
Mark Collins (Jim O’Niell) corrió hacia
el frente del local, mientras reía.
El agente medio rubio entró a la cocina
para seguir a Kaleb Bahrein, luego el palestino le arrojó una bandeja de arroz
caliente al israelí, quien logró esquivar parte del grano, pero no evitó que
muchos cayeran sobre su cabeza.
Los gritos del espía fueron de espanto,
lo que le dio tiempo al representante de la OLP para salir por la puerta
trasera.
Entretanto, el norirlandés abandonó el
local por la parte frontal del restaurante y colocó un cuchillo de mesa en las
manijas de la puerta principal para trancarla y tener tiempo de huir; corrió
por dos calles y dobló hacia la derecha para desaparecer.
Ese fue un escape de momento porque
Kaleb Bahrein y Mark Collins (Jim O´Niell) tenían sus días contados.
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