Antes de que la isla panameña de Coiba fuera cerrada como prisión en el 2004, en
los años ochenta, tres detenidos de alto calibre lograron una evasión casi
perfecta, su imaginación y astucia no tuvo límites en lo que se refiere a
inteligencia humana.
Juan, Anastasio y Felipe, demoraron cinco meses en cavar un túnel que los
llevaría hasta cerca de playa y posteriormente ingresarían en el barco que
llevaba provisiones y medicinas a la isla.
Los tres eran asaltantes de bancos y asesinos, se inspiraron en la película
El Expreso de Medianoche con el fin de escapar del
infernal centro penitenciario, donde numerosos criminales que cumplían sus penas salían peor de
que cuando entraron.
Mucho trabajo en secreto, cumplieron su empresa, sin que ni sus compañeros
se diesen cuenta o los policías, dispuestos a abrir fuego con sus carabinas, descubriesen
el túnel.
No había marcha atrás, era de vida o muerte, la orden que tenía la Guardia
Nacional (GN) era la de tirar a matar si algún recluso osaba en escapar, así
que la pena capital estaba dictada a los evasores.
El día de la fuga, una tormenta tropical se desató, lo que agravó el terreno,
dentro de la ruta de escape por las filtraciones de agua, ninguno era ingeniero
civil y pronosticaron esa novedad, pero ingresaron y a duras penas andar.
Los tres antisociales, empapados en sudor, en silencio y con el corazón en
la boca buscaban su anhelada ruta hacia la libertad, luego consiguieron salir
casi a las cinco de la madrugada, sin embargo, el barco no estaba.
El furioso clima obligó al capitán a posponer la salida, en la mañana habría
conteo de presos, serían descubiertos de inmediato e iniciaría la cacería humana
en la hermosa isla.
Tampoco había balsa para fugarse, ni remos para empujar a la rudimentaria
embarcación, amaneció y una ronda los vio en la playa, no dio voz de alto, pero
uno de ellos tomó su carabina y abrió fuego.
Anastasio cayó muerto frente a los pies de Felipe, decidieron separarse, posteriormente
llegaron más guardias, el sonido de los tiros despertó las aves y la
tranquilidad de la zona solo interrumpida antes por el golpe de las olas.
Juan gritó que se entregaría, que no lo mataran, no obstante, Felipe logró
ingresar a la playa, se metió a nadar, las balas imitaban a un silenciador
al entrar al agua, pero ninguna le dio.
Lo primero que hizo la policía fue darle una paliza a Juan por intentar
escapar, el mayor jefe de la prisión dijo que dejaran a Felipe como desayuno
para los tiburones.
A Juan lo sentenciaron a cinco años de prisión por el delito de evasión más
los cuatro que le faltaba, purgaría nueve años en la cárcel, pero de Felipe
nunca hubo noticias si fue rescatado por un barco o se lo comieron los tiburones.
Imagen de Dreamstime y David McElwee de Pexels no relacionadas con la
historia.
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