Sigfrido compró una combinación de lotto con la esperanza de salir de la pobreza a sus casi sesenta y tres años, tras laborar décadas, viudo desde los cuarenta y de criar solo a sus dos hijos varones más una mujer.
El antiguo plomero tampoco se moría de hambre mientras agachó el lomo, sin
embargo, tomen en consideración que tres chiquillos representan tres pares de zapatos
para el colegio, camisas, pantalones, faldas, ropa interior, los libros y útiles
escolares.
Luego de retirarse, era obvio que la paga no era lo mismo porque en Panamá
solo se jubila con el sesenta por ciento del salario, monto calculado en una
extraña tabla de pago que incluye veinte años de cuotas obrero-patronales y
otras complicadas fórmulas.
Sin embargo, los seiscientos veinte dólares al mes era una jugosa suma,
comparado con lo que reciben la mayoría de los jubilados y pensionados en el
istmo, no obstante, Sigfrido nunca perdió la esperanza.
Tan grande era su fe como las grandes extensiones de tierra donde empezó a
laborar con su padre en las partes altas de Chiriquí hasta que la familia emigró
a la ciudad de Panamá.
El jubilado tenía problemas de visión, encendió el televisor para escuchar
el sorteo y solo logró alcanza cuatro pares, de los que acertó y brincó de un
solo pie por su suerte.
Cincuenta dólares no caían mal para un retirado, quien por su edad recorría
a cada momento los hospitales, clínicas y policlínicas de la Caja del Seguro
Social porque en el sexto piso de la vida, los achaques llueven como en
octubre.
Al día siguiente Sigfrido despertó como a las seis y media, una mañana
radiante, con brisa emocionante que hacía palpitar su corazón de felicidad,
sonreía mientras se afeitaba, se bañó y desayunó café, huevo cocinado en agua y
café negro.
Se puso un pantalón diablo fuerte, una guayabera blanca, zapatos
negros, salió de su casa y abordó un taxi rumbo a la regional de Vista Alegre
de la Lotería Nacional de Beneficencia.
La fila no era larga, a la media hora ingresó, le entregó el comprobante
del número adquirido a la cajera, ella lo colocó en el código de barra, lo
felicitó y le dijo al caballero que esperara un momento.
Sigfrido sorprendió al ver al director regional que le extendía la mano
para felicitarlo, cuando el jubilado preguntó la razón, el funcionario público
le respondió que había acertado los seis pares o se ganó el acumulado de
674,922.78 dólares.
Pasados unos minutos la sonrisa se transformó en rostro de terror, Sigfrido
se colocó su mano derecha en el corazón, la impresión de la noticia le provocó
un infarto, cayó y su cuerpo quedó en el suelo frente a todos.
Allí terminó la eterna esperanza.
Fotografía cortesía de la Lotería Nacional de Beneficencia de Panamá y
archivo no relacionados con la historia.
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