En la calle 18 Central, de la Ciudad de Panamá, está un edificio de cinco pisos, pintado de blanco, donde vivía Ricardito Herrera, de 16 años, con su padre del mismo nombre, y su hermanito Julio José, de 10 años.
Al lado del apartamento 16, residían unos migrantes de
Mumbay (antes Bombay) que eran Sureh Mayani, su esposa Sila y su hija
adolescente Meena, de 15 años, quien nació en Panamá.
En aquella época solo había una cantina, la farmacia
Morán y la discoteca El Manchego, muchos años antes de que se convirtiera en lo
que hoy le llaman la “Calle Paraguay” con antros en cada local comercial y dos
abarroterías.
Meena y Ricardito hicieron buena amistad, ambos
jugaban monopolio, parchís y ella, en ocasiones, iba a los partidos de base por
bola del equipo Los rayos verdes, en el que el adolescente era lanzador.
Los Mayani no consumían carne de res, pero invitaban a los
Herrera a deleitarse de las exóticas comidas con mucho jengibre, picante y
curry, ya sea pollo o cordero, mientras que la familia panameña les preparaba
gallina asada y sancocho la contraparte migrante.
Ricardito soñaba con ser piloto de avión y Meena
doctora en medicina, sin embargo, el futuro de las mujeres indostanas no lo
deciden ellas, sino sus parientes.
Ya le tenían un esposo, desde antes de nacer, un
caballero identificado como Ranjit Begam, cuyo padre tenía un negocio de venta de
electrodomésticos en Mumbay.
Las dos familias fueron muy unidas hasta que con los
años los amiguitos dieron el paso de transformarse de adolescentes a hombre y
mujer.
Meena se convirtió en una linda dama, piel canela, con
curvas deseadas, delgada, pechos medianos, unos ojos pardos muy brillantes,
cabello negro extremadamente hermoso y sonrisa angelical.
Por su parte, Ricardito era un hombre atlético,
blanco, cabello lacio negro, ojos oscuros y roba miradas de las féminas.
Pero hubo un gran problema, ambos se enamoraron, lo
que generó que los Herrera y los Mayani, se pelearan porque una cosa era que
los chicos fueran amigos y otra, novios.
Los indostanos son muy celosos de su cultura, si un
hombre o mujer no se casa con alguien de su entorno, entonces lo desheredan (en
el caso de que haya bienes) o lo apartan de la familia.
Tras cumplir 20 años Meena, a la semana siguiente llegó de la
India Ranjit Begam para casarse, lo que dejó a Ricardito en pie de guerra y con un
plan de escape anticipado, digno de una producción cinematográfica.
El 14 de febrero de 1979, Meena abandonó su apartamento,
solamente con la ropa puesta, tomó un taxi rumbo a calle H, en la terminal de
Tica Bus, donde lo esperaba su amado con dos maletas llenas de ropa para ella.
El hombre enamorado trabajó un año para prepararse.
Abordaron el autobús, ni siquiera se bajaron en la
terminal de Santiago de Veraguas para comer, ya que los nervios los tenían destrozados.
En San José, los esperaba un amigo de Ricardito.
Ambos pasaron la frontera panameña sin problema,
aunque en la tica, la oficial de migración, vio el pasaporte istmeño de Meena,
le habló para cerciorarse de su acento, lo comprobó y selló la entrada por 60
días a los dos.
Rumbo a San José, la mujer y su novio lloraban
de alegría, pasaron el último retén tico y de allí hacia la libertad.
La exótica pareja evidenció que el mazo del amor
derrumba cualquier muro de la separación.
Me encanta. Una bella historia de amor ☺
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