Todos los lunes en la Escuela Profesional Isabel Herrera Obaldía (Epiho), ubicada en Paitilla, en la Ciudad de Panamá, era un problema con muchos estudiantes durante el canto del himno.
No por ser antipatriotas, sino que los alumnos debían
colocarse a cantar, por salón, en fila india, de pie y con el implacable sol del
mediodía que quemaba las cabezas de los chicos, mientras los docentes se
protegían bajo las marquesinas.
En el VI B13, del plan de estudio de Contabilidad en
español, estaban tres jóvenes identificados como “El Metálico”, “Raya’o” y “Plastiquito”,
quienes se la pasaban pululando por los pasillos y jodiendo a todo el mundo.
“El Metálico” era de baja estatura, flaco, cabello
medio lacio, de piel canela, cegato, mientras que “Raya’o” era blanco, algo
alto, usaba gafas, cabello negro, entre lacio y crespo. Ambos con ojos oscuros.
Por su parte, “Plastiquito” era de baja estatura,
delgado, de piel canela también, utilizaba el cabello largo (se lo cubría con
un gancho en clases porque si no lo suspendían), peinado tipo “romano” y ojos
pardos.
Los tres eran muy populares en el colegio, molestaban
a las chicas y eran un dolor de cabeza para los profesores por sus reconocidas “fugas”
de las clases, principalmente los viernes después del recreo porque se perdían.
Un lunes los tres planificaron hacer una travesura
para molestar la paciencia, tanto del personal docente, administrativo y
estudiantes.
El trío reía y algunos compañeros los miraban con
interrogantes como: ¿Qué planean estos muchachos ahora? O ¿Con qué se saldrán?
En medio del inclemente sol y frente al enjambre de
estudiantes, “El Metálico” se hizo el desmayado, antes que cayera al piso “Raya’o
y “Plastiquito” lo interceptaron.
-¿Qué le pasó hermano? ¿No te sientes bien? -, eran
algunas de preguntas de los compinches al desmayado.
Obvio que toda la multitud miró el acontecimiento,
sorprendidos, quizás algunos pensaron que el jovencito no comió antes de ir al
colegio.
Lo llevaron a una de las bancas de la marquesina,
cerca del gimnasio y del salón de música del profesor Valdés.
Era 1986, no había celulares, redes sociales y menos
internet, pero la bola de que “El Metálico” se desmayó se corrió por todo el
plantel y quienes no lo conocían, en ese momento supieron su identidad.
Lo trasladaron hacia la enfermería, donde lo atendió
un auxiliar, de raza negra, apodado “Quincy”, por el programa estadounidense de
la televisión de medicina forense.
Sus amigos Santiago, Pepe, Orlando y Fabricio vieron
todo el asunto, pero conocían a los tres jovencitos, siendo el último, quien se
dio cuenta de que era una actuación porque “El Metálico” tenía un chicle en la
boca.
-La próxima vez bota el chicle-, le comentó Fabricio a
“El Metálico”.
El auxiliar le ordenó irse a casa al estudiante, pero
el travieso adolescente se quedó jodiendo en el colegio hasta la hora de
salida.
Pero como todo se sabe, una chica confesó a una
profesora que fue pura actuación de “El Metálico” y sus amigos.
Posteriormente, los llamaron a capítulo y lo
suspendieron por tres días, a cada uno, por indisciplina y engañar a las
autoridades del colegio, docentes y sus compañeros.
Treinta y seis años después de la historia, “Raya’o” es
abogado, “El Metálico” publicista y “Plastiquito” joyero, ya que los tres
maduraron y cambiaron sus vidas.
Ja ja ja jóvenes traviesos
ResponderBorrarSiempre divertidas tus historias 😁😂
Fígaro. Fuí estudiante de la Profesional y tengo anécdotas sobre el canto del himno; la cafetería; la escalera de caracol; los profesores de inglés, contabilidad, matemáticas y muchas otras.
ResponderBorrarTambién fui profesor de mecanografía y typing por lo cual tengo historias vistas delbotro lado. Saludos...