La señora del paraguas

A finales de los años 70, en la capital panameña eran común los robos en la bajada de la Salsipuedes, principalmente en horas de la madrugada cuando los transeúntes recorrían la zona para dirigirse hacia el Mercado Público.

Comerciantes, buhoneros y los clientes de las cantinas junto con los prostíbulos eran víctimas de los amigos de lo ajeno, quienes, sin piedad, y en ocasiones con armas blancas, despojaban a las personas del poco dinero que llevaban para sus compras.

Entre ellos estaba Cesarín con su madre Doralia, propietaria de una fonda en la desaparecida terminal de autobuses de Arraiján, Chorrera y Capira, ubicada en el Mercado Periférico del Chorrillo, donde hoy se ubica el Centro de Operaciones de la compañía estatal Mi Bus.



Madre e hijo andaban aproximadamente a las cuatro de la madrugada con el fin de adquirir víveres para el negocio de la señora, cuando de pronto se apareció un sujeto, acholado, con diente de oro y un cuchillo.

El antisocial le exigió a Doralia el dinero, la mujer asustada tomó su monedero, abrió, sacó 20 dólares, las lágrimas corrieron en sus mejillas porque la plata estaba programada para arroz, granos, trigo, aceite, café y azúcar.

Sin compasión el ladrón se abalanzó sobre sus víctimas, pero el impacto de un paraguas en la cabeza se lo impidió, no se detuvieron los golpes, la punta era de metal, la señora no paró, por el contrario, le metió varios paraguazos al sujeto, quien dejó caer el billete y huyó.

La presencia de la misteriosa dama, vestida con traje blanco, con una mancha roja en el pecho, gafas redondas, cabello sal y pimienta, zapatos negros de tacones pequeños y el paraguas negro, salvó a la comerciante y su hijo.

Era una noche fría, de las pocas existentes en la cálida ciudad de Panamá, con viento fuerte, muy estrellado y una luna llena que brillaba más de lo normal, pero la anciana despareció antes de que Doralia le diera las gracias.



Ambos se fueron al Mercado Público, terminaron sus compras y en la mañana Doralia les contó a sus otros dos hijos los hechos.

En la fonda un vendedor indostano escuchó, explicó que se hablaba del fantasma de una mujer asesinada por un ladrón en esa área, cuyo fin era proteger a los transeúntes, aunque destacó que solo era una leyenda.

Diez años después cuando Cesarín estudiaba periodismo, fue a la Biblioteca Nacional a realizar un trabajo de investigación en la hemeroteca, se sorprendió al ver en un periódico viejo, la foto de una anciana, identificada como Sujheis Alcántara, natural de Colombia, asesinada en la bajada de Salsipuedes de una puñalada en el corazón.

El parecido físico de la fotografía y la mujer que lo salvó a él y a su madre era como dos gotas de agua.

No había dudas de que el fantasma de Sujheis los ayudó a enfrentar al antisocial.

Fotografías cortesía del Municipio de Panamá y Rahul Pandit de Pexels no relacionadas con la historia.

 

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